Un vampiro es, en la cultura popular de varios países, una criatura que se alimenta de sangre de seres vivos para mantenerse activo. Probablemente la base de la mayoría de las ideas acerca de vampiros que forman parte de la cultura popular actual sea el libro Drácula de Bram Stoker, y las películas de cine basadas en él, como Nosferatu y Drácula de Bram Stoker. Algunos estudiosos del vampirismo han sugerido que estas leyendas se hallan relacionadas total o parcialmente con casos de patologías reales como la rabia; interesante el estudio del neurólogo español Juan Gómez Alonso Los vampiros a la luz de la medicina; o la porfiria. Junto con el hombre lobo, el vampiro es quizás el más famoso ser sobrenatural de la cultura popular humana.
La palabra "vampiro" viene de las lenguas eslavas (del alemán vampir, que se deriva del polaco temprano vaper y éste a su vez del eslavo arcaico oper; con raíces indoeuropeas paralelas en el turco y en el persa). Significa a la vez "ser volador", "beber o chupar" y "lobo", además de hacer referencia a cierto tipo de murciélago. Durante la expansión del Romanticismo en Europa, la principal reacción al periodo previo de Ilustración enciclopédica y racionalista, el vampiro se convirtió en una temática común y pasó de la leyenda oral a los castillos y los salones elegantes.
Otros nombres son vurdalak (ruso moderno), vrolok (eslovaco), strigoï o strigoiul (rumano moderno), bukolako o vukodlak (serbio), upiro (polaco), nosferatu (del griego nosophoro (νοσοφορος), portador de enfermedad) vampyrus (latín) y Kyuuketsuki (吸血鬼) o Kuei-jin en japonés.
La descripción de estas criaturas varía de autor en autor, de mitología en mitología. Las siguientes son el conjunto de características que les han sido atribuidas, pero es importante recalcar, por lo tanto, que hay quienes rescatarán tan solo un par de características esenciales, mientras que otros, se preocuparán de adornar el personaje con un sin fin de supersticiones.
Fueron humanos mortales, pero ahora están en un estado no exactamente vivo pero tampoco muerto, de ahí que se les llame no-muertos.
Se alimentan de la sangre de sus víctimas (antiguamente no se centraba concretamente en la sangre como base de su alimento, sino en el "fluido vital" de los humanos, algo tan etéreo como el alma, pero que nuestra sociedad identifica con la sangre.)
Poseen grandes caninos (colmillos).
No se reflejan en los espejos. Esto no se cumple con el vrykolakas griego, que sí se refleja en ellos.
Son débiles al agua fluyendo como la de ríos.
Se pueden alejar con ajo, pues lo odian por su fuerte olor. En algunas tradiciones, también pueden ser alejados con rosas silvestres.
En cuanto al aspecto:
Según algunas culturas, un muerto desenterrado era considerado vampiro si su cuerpo parecía hinchado y le salía sangre de la boca o la nariz. También si notaban que sus uñas, pelo y dientes eran más largos que cuando había sido enterrado.
En Transilvania (Rumanía) se consideraba que los vampiros eran flacos, pálidos, y poseían unas largas uñas.
En Bulgaria se les puede reconocer por poseer un solo agujero en la nariz.
Según algunas culturas, tienen la posibilidad de transformarse en murciélago, rata, lobo o niebla. Sin embargo, la forma que más referenciada ha quedado en la cultura popular es la del murciélago.
Aunque en general se supone que la luz del sol mata a los vampiros, en algunas culturas los vampiros no solo pueden resistir la luz del sol, sino que en algunos casos se habla de vampiros que habían viajado a otro pueblo y llevaban una vida normal. En la novela de Bram Stoker, Drácula, el vampiro puede caminar bajo la luz del sol, si bien sus poderes se ven seriamente mermados durante el día.
En cuanto a la muerte:
En algunas culturas, al cadáver sospechoso de ser un vampiro se le atravesaba el pecho con un gran clavo o estaca, de forma que quedara clavado al ataúd y por tanto atrapado en el mismo.
Otro sistema para deshacerse de un vampiro consistía en darle la vuelta para que quedara boca abajo. De esta manera, cuando el vampiro intentara salir al exterior, lo que haría sería enterrarse aún más.
Derivada de la costumbre de clavar al vampiro en el ataúd, existía la creencia de que se podía matar al vampiro clavándole una estaca en el corazón.
El sistema más popular según algunos relatos para deshacerse de forma definitiva del vampiro consistía en cortar su cabeza, llenar la boca de ajos, quemarlo y arrojar las cenizas a una corriente de agua.
En algunas zonas de Centroeuropa, existe la creencia de que el vampiro es un ser lujurioso que vuelve al lecho conyugal y deja embarazada a su esposa. De esta relación nacía un niño de características especiales (que varían en cada región), que se conocía como dhampiro.
Proyecta sombra, aunque la mueven a placer y según la acción que realicen. Algunos, sin embargo, no poseen dicha sombra.
Algunos, sin sangre, pueden sufrir de amnesia por un momento.
Tienen una afinidad natural con la magia, en especial con la magia negra y concretamente la necromancia, capaces de dominarla con mucha más facilidad que el hechicero humano más diestro.
Creación de un vampiro
La causas de que un humano se transforme en vampiro son muchas y muy variadas, dependiendo de cada región. Según las tradiciones eslava y china, se temía que un cadáver pudiera transformarse en no-muerto si pasaba por encima de él un animal, especialmente un perro o gato. También corría este riesgo un cuerpo que no hubiera sido debidamente tratado hirviéndolo en agua. En Rusia se decía que los vampiros eran brujas o personas que se habían rebelado contra la Iglesia mientras estaban vivos.
Existen muchas prácticas tradicionales para evitar que un muerto se convirtiera en un vampiro. Enterrar al cuerpo cabeza abajo era una de las más extendidas, como también colocar hoces o guadañas cerca de la tumba, para evitar que los demonios poseyeran el cuerpo o para apaciguar al muerto y que este no se levantara de su ataúd. Es un método que se asemeja al usado en la Antigua Grecia de colocar un óbolo en la boca del muerto para pagar a Caronte. Esta tradición se ha mantenido en el folklore de la Grecia moderna sobre el vrykolakas, según el cual se pone una cruz de cera y una pieza de cerámica con la inscripción "Jesucristo conquista" sobre el pecho del cadáver para evitar que se convierta en vampiro. Otros métodos que se practicaban comúnmente en Europa incluían cortar los tendones de las rodillas, o esparcir semillas o arena en la tierra de una tumba sospechosa de contener a un vampiro; esto era para mantener al vampiro ocupado durante toda la noche contando los granos caídos. Historias chinas similares relatan que si un ser vampírico se encontraba con un saco de arroz, tendría que contar todos los granos uno a uno; es una temática que se puede encontrar en los relatos del subcontinente indio, así como en Sudamerica, sobre brujas y otros tipos de espíritus malignos o traviesos.
Según casi todas las tradiciones, toda aquella persona que fuera mordida por un vampiro se convertiría a su vez en uno. Según historias más actuales, semejante transformación solo se consigue cumpliendo una condición específica, desde dar a beber de su sangre a la víctima, hasta que esta tenga un rasgo físico o psicológico en concreto.
Identificación del vampiro
Existen numerosos y variados rituales que se utilizaban para identificar a un vampiro. Uno de los métodos para localizar la tumba de uno consistía en guiar a un muchacho virgen montado en un caballo también virgen a través de un cementerio; el caballo se negaría a avanzar sobre la tumba en cuestión. Generalmente se requería que el caballo fuera negro, aunque en Albania era necesario que fuera blanco. Que aparecieran agujeros en la tierra sobre la tumba era tomado como un signo de vampirismo.
Se decía que un cadáver que se pensaba que era un vampiro poseía un aspecto más saludable de lo esperado, mostrando piel sonrosada y pocos o ningún signo de descomposición. En algunos casos, cuando se abrían las tumbas sospechosas, se podía encontrar que el cadáver tenía sangre fresca de una víctima manchando su cara. Otra evidencia de la actividad de un vampiro en la localidad incluía la muerte del ganado, de familiares y conocidos. Algunos podían hacer evidente su presencia mediante pequeños actos similares a los de un poltergeist, tales como mover muebles de la casa.
Protección
Hay muchos objetos, sagrados o mundanos, capaces de alejar a los no-muertos y que son comunes en las leyendas sobre vampiros, como el ajo o el agua bendita. Estos objetos varían de región en región; se dice que una rama de rosa silvestre o de espino puede dañar al vampiro; en Europa, esparcir semillas de mostaza en el tejado se decía que los mantiene alejados. Otras formas de protección incluyen objetos sagrados, por ejemplo un crucifijo, un rosario, o agua bendita. Se dice que un vampiro no puede caminar por un terreno consagrado, como iglesias o templos, o cruzar una corriente de agua. Aunque no se considera como un objeto de protección, los espejos han sido utilizados para alejar a los vampiros cuando se situaban en una puerta, mirando hacia afuera (los vampiros no poseen un reflejo y, en algunas culturas, carecen de sombra, tal vez como una manifestación de la carencia de un alma del vampiro). Este atributo, aunque no es universal (el vampiro griego vrykolakas/tympanios poseía tanto sombra como reflejo), fue utilizado por Bram Stoker en Drácula y ha mantenido su popularidad gracias a las diferentes novelas y películas. Algunas tradiciones sostienen que un vampiro no puede entrar en una casa hasta que es invitado por el dueño, pero que una vez es invitado puede entrar y salir a placer. Aunque los vampiros tradicionales se consideraban más activos durante la noche, generalmente no se consideraba que fueran vulnerables a la luz del sol.
Los métodos para la destrucción del vampiro variaban, siendo clavar una estaca el método más citado, particularmente en las culturas eslavas al sur. El fresno era la madera preferida en Rusia y en los estados bálticos, el espino en Serbia, y el roble en la región de Silesia. La estaca solía clavarse en el corazón de los cadáveres sospechosos de ser vampiros, aunque se apuntaba a la boca en Rusia y en el norte de Alemania, y al estómago en el noreste de Serbia. Atravesar la piel del pecho era una manera de "desinflar" al vampiro hinchado; es similar al acto de enterrar objetos afilados, como hoces, junto al cadáver, de forma que penetrara en la piel si el cuerpo se hinchaba lo suficiente mientras el cuerpo se transformaba en un no-muerto. La decapitación era el método preferido en las áreas germanas y eslavas del oeste, enterrando la cabeza junto a los pies, tras las nalgas o alejada del cuerpo. Este acto se veía como un modo de acelerar la marcha del alma, que, en algunas culturas, se creía que permanecía en el cuerpo. La cabeza, el cuerpo o las ropas del vampiro también podían ser clavadas al suelo para evitar que se alzara. los gitanos clavaban agujas de hierro y acero en el corazón del cadáver y colocaban pequeños fragmentos de acero dentro de la boca, sobre los ojos, en las orejas y entre los dedos durante el entierro. También introducían espino en el calcetín del muerto, o le clavaban una estaca de espino en las piernas. Medidas adicionales incluían rociar agua hirviendo sobre la tumba o la completa incineración del cadáver. En los Balcanes, el vampiro también podía morir si se le disparaba o ahogaba, repitiendo el funeral, rociando agua bendita sobre el cadáver, o con un exorcismo. En Rumanía se podía colocar un ajo en el interior de la boca, y en una época tan reciente como el siglo XIX, se tomaba la precaución de disparar una bala a través del ataúd. Para casos recalcitrantes, se desmembraba el cuerpo y se quemaban las partes, mezclándolas con agua y administrándoselas a los familiares a modo de cura. En las regiones sajonas de Alemania, se colocaba un limón en la boca del sospechoso de ser un vampiro.
Historia de los vampiros
Ilustración moderna de un vampiro
Si bien existen sugerentes leyendas en todas las civilizaciones de la Antigüedad, desde Egipto a Sumeria, la primera referencia histórica del vampiro se encuentra en la obra de Lucio Apuleyo, un escritor y filósofo romano, que vivió entre los años 125 y 180. Su novela De Asino Aureo cuenta la historia de dos hermanas malignas, Meroe y Panthia, que bebieron la sangre de un tal Sócrates (ninguna relación con el gran filósofo griego). Las hermanas cerraron las heridas de Sócrates con una esponjilla para que éste no se diera cuenta de la pérdida de sangre, pero cuando al día siguiente se inclinó para beber agua de un río, la esponjilla se cayó al agua, y tras ella la última gota de vida.
El vampiro como muerto viviente bebedor de sangre ya era conocido en las leyendas de algunos países, siendo posible encontrar relatos en Inglaterra y Dinamarca durante el siglo XII que nos hablan de seres parecidos. Con el tiempo, y especialmente gracias a las novedades que aportaba el llamado Siglo de las Luces, donde se vive el triunfo de la razón y el desprestigio de las supersticiones, fueron poco a poco desapareciendo. Pero años más tarde surgió una de las personas que más hizo para avivar estas creencias en el vampirismo, aunque su idea inicial era rebatir su existencia: el padre benedictino Dom Augustin Calmet (1672-1757). Calmet vulgarizó en el siglo XVIII las leyendas y fábulas de Centroeuropa sobre los vampiros, exponiendo en su obra Tratado sobre los vampiros (1746) las historias de estos seres en tierras de Austria, Hungría, Polonia, Serbia, Moravia, Silesia y Prusia, aunque también anotó casos de lugares tan distantes como Perú, Laponia o Inglaterra.
También han existido las leyendas de vampiros en España, como muestran las guaxas en Asturias, las guajonas en Cantabria y las meigas chuchonas en Galicia, todas ellas con un solo colmillo para succionar la sangre de sus víctimas, sobre todo niños.
Los vampiros en la Antigüedad
En Mesopotamia se invocaba a los dioses protectores para que acabaran con los Utuhu y a los Maskin, seres muy similares a los vampiros que eran los culpables de las enfermedades y las pestes, por parte del pueblo. Estos seres junto con las huestes de Alal y Telal, pueden considerarse como antecesores de los vampiros.
En el Antiguo Egipto encontramos deidades vampíricas como Srun, caracterizada por tener aspecto de lobo y largos colmillos. Solían alimentarse de los cuerpos de sus víctimas humanas. Los fenicios tenían la creencia de que la mortandad de niños era debida a los ataques de Lilitu, espectro errante que se alimentaba de la sangre de los infantes. Se hicieron exorcismos para devolver a los chupasangres (también llamados chtonios, "amigos de la sangre") a sus tumbas.
Kali Ma, en la India era una diosa sanguinaria y feroz, con cuatro brazos y una larga cabellera. Se le ofrecían sacrificios humanos en los que la sangre era el elemento principal. Otros seres eran los butchas.
En la antigua China se consideraba que se convertían en vampiros aquellos que habían cometido crímenes en vida. Cuando éstos morían, se les exhumaba y se les cortaban todos sus miembros a trozos.
En América, el pueblo amerindio Mapuche tiene entre sus creencias la existencia de un ser vampírico conocido como el Pihuychen que atacaría principalmente a animales, pero también a humanos. Igualmente creían en la existencia de una criatura vampírica acuática conocida como Trelke-wekufe (El cuero). Posteriormente ambos seres formarían también parte de la tradición chilena. También los Aztecas creían en un ser vampírico conocido como Civatateo que atacaba a los niños que después morían de una extraña enfermedad. También se dice que atacaba en las noches y especialmente en los cruces de caminos. También en la cultura Maya se creía que el guardian de Xibalba era un murcielago con rasgos humanos llamado Camazotz que decía arrancaba las cabezas de los extraños.
Ya en Europa, más concretamente en la antigua Grecia, existía en su mitología la leyenda de Lamia, que era hija del rey oriental Belus y cuyos hijos fueron asesinados por la diosa Hera al conocerse que Lamia tuvo un romance con Zeus. Para vengarse, Lamia comenzó a perseguir a todos los niños que se encontraba para extraerles la sangre para alimentarse. Esta leyenda se convirtió en superstición que se transmitía en las zonas rurales de Grecia y que contaba que Lamia atacaba a todos los viajeros extraviados, seducidos por la belleza de la "chupasangre". Este caso es el más parecido a la concepción histórica de vampiro. También en la mitología griega se encuentra el caso de Empusa, hija de la diosa Hécate, un ser con pies de bronce y monstruoso que podía transformarse en una bella mujer y conquistaba a los hombres para aprovecharse de su sangre. Además en la Hélade existían en sus leyendas las striges, deidades con rostro de mujer y cuerpo de pájaro que absorbían la sangre de los humanos mientras estos dormían. También existía un ser llamado Vrycolaka, que atacaba a su familia después de muerto.
Los romanos tenían a los larvae, no-muertos que no habían pagado sus crímenes en vida, y se vengaban de su estado esquelético y fantasmal absorbiendo la vida de los vivos.
El vampiro en la Edad Media [editar]
En la Edad Media, en los países de religión musulmana se hablaba de unos vampiros llamados gul, en el caso de ser varón, y gola siendo mujer, que se convertían en tales por haber tenido una muerte violenta. Estos seres tienen su aparición en uno de los relatos de Las mil y una noches llamado Honor de un Vampiro.
En la primera expedición de los vikingos hacia Islandia en diferentes grupos, ocurrió que en la primera noche allí, uno de los grupos (que se componían de una treintena cada uno) fue masacrado por una especie de vampiros que les absorbieron la sangre.
La palabra upier (también como en polaco significa vampiro) llegó a utilizarse por primera vez en Rusia en el año 1047 para referirse a un príncipe ruso.
En 1190 Walter Map escribe De Nagis Curialium, en donde escribe hechos ocurridos por ataques vampíricos en Inglaterra. También recoge casos ingleses William de Newburgh en sus Chronicles, en 1196.
Durante la Edad Media, las pulgas, que son también chupadoras de sangre, se consideraban un ser vampírico por su implicación a la hora de extender la Gran Peste Negra de 1348. De aquí surgieron varias referencias literarias sobre "el Señor de las Pulgas" y, por extensión, "el Señor de los Insectos" y "el Señor de las Moscas". Los celtas enterraban a sus muertos boca abajo, para que entraran en el "otro mundo" mirando en la dirección correcta: hacia abajo. En Europa Oriental, era frecuente introducir un diente de ajo en la boca de los muertos antes de inhumarlos.
También en la Edad Media y en Cataluña se encuentra la historia del Conde Arnau de Mataplana. Este conde prometía una medida de trigo a todo aquel que le suministrara una medida de piedra para la construcción de su castillo. Una vez construido el mismo, Arnau no cumplió con lo dicho respecto a sus súbditos. La población en venganza avisó a las brujas del lugar para que realizara hechizos sobre el conde y estos se realizaron. El conde, no enterado de estas conjuras contra él, estaba enamorado de una abadesa del convento de San Juan de las Abadesas, a quien, después de haber sido rechazado, violó y secuestró para llevársela a su nuevo castillo. Era noche de difuntos. Cuando a la mañana siguiente fueron unos hombres a parlamentar con Arnau, se encontraron con la espantosa imagen del conde y la abadesa despedazados por lo que dijeron unos perros vampíricos. Se dijo que hasta el siglo XIX cada noche de difuntos el conde, la abadesa y la jauría de perros salían del más allá para chupar la sangre y despedazar a todo aquel que se encontraran por la noche en aquellos lares catalanes.
En Pratdip, existe la leyenda de que unos perros vampíricos atacaban a los habitantes de esta población, además de historias de conjuros y hechizo.
Otro vampiro en Cataluña, también en el Ampurdán, es el caso de Ugarés. Fue un hombre que vivió en un megalito y que fue poseído por espíritus malignos por extraños personajes venidos desde el Mar Caspio. Se dice que murió en el siglo X en una batalla, en la que sufrió un ataque de posesión que descargó contra sus enemigos. Luego en el siglo XV se construyó un castillo donde había sido enterrado, justo en el megalito en donde vivió. Durante las obras y luego ya construido hubo toda clase de desgracias, como enfermedades plagas y muertes extrañas. El que rigió el castillo también ha pasado a la historia con el nombre de Ugarés y se dedicó a realizar todo tipo de tropelías como asesinar niños y luego beberse la sangre de estos y comerse sus cuerpos (decían que le había poseído el espíritu del antiguo Ugarés). Todos los habitantes de la villa decían que nunca envejecía y que adivinaba el futuro. En 1427 hubo un terremoto en la zona y todos creyeron que Ugarés había muerto, pero en 1483 aparecieron de nuevo las epidemias y las desapariciones de personas y durante siglos la leyenda de los Ugarés pervivió.
En el siglo XV existió una familia vampírica que vivía en East Lothiam, Escocia. Primero fueron una pareja que ingerían la sangre y comían a los viajeros que se hospedaban en su casa. Luego sus hijos heredaron estas actuaciones de vampiros.
Michel Beheim, un juglar germánico, compuso en 1463 una canción con el título Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei donde relataba la historia de un noble rumano llamado Vlad Draculea. Beheim era súbdito del rey húngaro Matías Corvino, en cuya corte se refugió Draculea cuando tuvo que huir de Valaquia. Valaquia, fundada en 1290 por Rodolfo el Negro es una comarca de Transilvania (Rumania). Transilvania significa "las tierras más allá de los bosques". El otro nombre de esta región, Siebenbürgen, se deriva del alemán y significa "los siete castillos", lo que da a entender bien su importancia estratégica y la complejidad del sistema defensivo que allí existía en aquellos tiempos. De hecho, los intrincados valles y montañas de la remota Transilvania constituyen la puerta meridional de Europa; todo invasor que, procedente de Asia, desee conquistar por el sur las fértiles llanuras del continente europeo tiene que pasar obligatoriamente por Valaquia y Transilvania. Y por esa razón, la guerra y la crueldad han sido allí moneda común desde hace miles de años.
Vlad Tepes
Dracul (que significa el dragón, aunque la palabra rumana utilizada para referirse al Demonio es idéntica) era el apodo del voivoda (príncipe) valaquio -la idea de que era transilvano es aportación de Bram Stoker- Vlad II Dracul, caballero de la Orden del Dragón, un colectivo secreto fundado por el Sacro Emperador Romano en 1410. Vlad Dracul fue el padre de Vlad III Tepes (el Empalador) que vivió en constante estado de guerra durante 1431 y 1476. Vlad III Tepes fue el modelo que recogería el escritor Bram Stoker para crear su famosísimo personaje, el Conde Drácula. Draculea significa hijo de Dracul, y este apodo pronto derivó a Drácula. Pese a lo que se dice en la novela de Stoker, los rumanos no establecen conexión entre Vlad III Tepes y el vampirismo; de hecho, debido a su capacidad para expulsar a los turcos de Valaquia (mediante métodos extremadamente crueles y brutales, pero quizás apropiados para el lugar y la época) se le considera un héroe nacional en Rumania, el salvador de Europa. Por los mismos métodos, también logró que desapareciera toda delincuencia de su reino -algo muy difícil en tiempos tan convulsos de invasiones y revueltas-. Para más información sobre la figura histórica de Vlad III Tepes se recomienda leer L'Histoire du Prince Dracula, de Matei Cazacu, que incluye los trabajos de M. Beheim.
Creando a su alrededor un aura demoníaca, logró que unos y otros se lo pensaran dos o más veces antes de atacarle. Paralelamente, la leyenda de Draculea, hijo de Dracul, el Dragón, el Diablo, el Vampiro, pudo surgir. Como mínimo desde 1460, sus enemigos en el exterior y en el interior estaban convencidos de que Vlad disponía de poderes necrománticos, pues sólo así podía explicarse su conducta, y pensaban que su reducido ejército diurno quedaba reforzado durante la noche por las cien mil almas de sus víctimas convertidas en raptores de niños y doncellas, chupadores de sangre, fantasmales guerreros de la oscuridad en busca de implacable venganza contra los vivos. El concepto moderno de vampiro había nacido.
Después de Dracul, podemos encontrar a otro personaje que existio en la historia, era hijo bastardo de Enrique VIII y su nombre era Henry Fitzroy, supuestamente murió de unas extrañas fiebres a la edad temprana, aunque no para la época, de 19 años. Algunos cuentan que después de su aparente "muerte", volvio a ser visto por las calles de Londres un siglo después, ya siendo coetáneo de William Shakespeare.
Directamente de la historia y la literatura tenemos también la antigua leyenda de la bella Condesa Elizabeth Bathory (La Condesa Sangrienta), el prototipo de noble hermosa y diabólica que tomó Joseph Thomas Sheridan Le Fanù para crear a su famosa vampiresa Carmilla (Condesa Mircalla Karnstein) en 1872. Cuenta la leyenda que Elizabeth era una belleza de la alta aristocracia húngara, muy afamada en toda Europa por su increíble hermosura, pero ella era vanidosa en exceso y su mayor miedo era perder su juventud y su belleza. Su mano fue concedida a un noble héroe húngaro, pero este murió en la guerra y ella quedó viuda, sola en su castillo se marchitó lentamente asta que un día, mientras una de sus Damas de Honor le peinaba su largo cabello de ébano, tiró demasiado fuerte con el peine, instintivamente la Condesa le dio un fuerte bofetón con su espejo de mano como recompensa, y la dama sangró, manchando la blanca mano de la Condesa con su sangre, al limpiarse la mancha de sangre Elizabeth creyó ver su mano más hermosa que antes, en ese momento mandó que desangraran a su doncella y que llenaran su bañera con la sangre de esta, para ella poder tomar un cleopatrico baño embellecedor. A partir de entonces la Condesa sembró el terror en sus dominios, mandaba secuestrar a jóvenes vírgenes para procurar sus baños de sangre, tanto disfrutaba con esto que incluso se hacía servir esa inocente sangre en copas para beberla, se rodeó de brujas y se instruyó en la magia negra, magia que su noble y antigua familia practicaba antaño, en tiempos remotos. Tantas doncellas llegó a matar que el pueblo acabó por sublevarse y así terminó todo. Elizabeth, Señora de Cathrice fue condenada a cumplir cadena perpetua en sus aposentos, aposentos que serían sellados para siempre y que verían cuatro años más tarde su muerte, su corte de brujas fue condenada a pena de muerte en la hoguera y su historia pasó a engrosar la creciente leyenda de los vampiros. Estos hechos acontecieron entre 1560 y 1614 de nuestra era. Su leyenda no terminó allí, las gentes de sus tierras aseguraban entre susurros que la bella Condesa regresó de su muerte convertida en vampiresa, se transformaba en gato e invocaba gatos negros para lograr sus propósitos siguiendo así con su estela de asesinatos.
Patología psiquiátrica y vampirismo [editar]
Adicionalmente, se debería destacar un origen etiológico del mito que se repite con cierta frecuencia en la galería de monstruos del cine: las enfermedades mentales. Este apartado se refiere específicamente a la patología psiquiátrica.
La historia ha dejado una serie de personajes a los que se le ha atribuido una atracción patológica por la sangre humana. Desde el caballero Gilles de Rais (1400-1440), antiguo compañero de armas de Juana de Arco, que buscando en la sangre el secreto de la piedra filosofal torturó y dio muerte a unos 300 niños, hasta la ya conocida condesa Erzsébet Báthory, que supuestamente bebía sangre de doncellas para mantenerse joven.
El primer vampiro moderno fue el húngaro Bela Kisz que inició sus actividades en 1912 a raíz de la infidelidad de su joven esposa. Cuando se fue a la guerra dos años después y no volvió, se le supuso muerto, y al entrar en sus propiedades las autoridades descubrieron dos barriles metálicos con los cuerpos de su mujer y su vecina. Posteriormente, encontraron otros diecisiete barriles más con otras tantas mujeres en su interior que habían sido estranguladas; además, presentaban unas heridas en el cuello y no se halló ni una gota de sangre en sus cuerpos. Bela Kisz nunca fue encontrado, y se le consideró un desaparecido de la guerra.
La fama de vampiro la tuvo mayormente el alemán Peter Kürten (1883-1931), más conocido como "El Vampiro de Düsseldorf", que inició sus actividades de muy joven, torturando y matando a animales. A los cinco años intentó ahogar a un compañero mientras jugaban en una embarcación y a los nueve años preparó un accidente en el que murieron dos muchachos. Pese a sus maneras apacibles y su aspecto imperturbable y pese a ser considerado por sus vecinos como una persona seria, honesta y amable, fue condenado por diversos delitos como robo, asalto o deserción de sus obligaciones militares. Su primer homicidio, una niña de ocho años, tuvo lugar en 1913, y al final de su vida fue acusado de nueve asesinatos y siete intentos de asesinato. Murió sin arrepentirse de sus actos y sin sufrir remordimientos por ellos. Su pasión por la sangre le hizo decir antes de ser guillotinado: "Después de que me decapiten, podré oír por un momento el sonido de mi propia sangre al correr por mi cuello. Ese será el placer para terminar con todos los placeres". Esta historia fue llevada al cine como M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang (1931), donde Peter Lorre hacía una magnífica interpretación del asesino.
Otros asesinos han sido definidos como vampiros por su atracción por la sangre. Se puede citar a Martin Dumollard, quien mató a varias mujeres en Francia en 1861 y bebió su sangre. También en Francia en 1878 Joseph Vacher bebió la sangre de una docena de sus víctimas. En Italia, Vincenzo Verzenia asesinó a dos mujeres para beber su sangre y Eusebius Pleydagnelle mató a seis mujeres por el mismo motivo. En Polonia, Stanislav Modziellewski y Juan Koltrun, el llamado "Vampiro de Podlaski", obtuvieron fama porque bebieron la sangre de sus víctimas, al igual que el argentino Florencio Roque Fernández. En la década de los 70 fueron descubiertos el milanés Rantao Antonio Cirillo y Richard Trenton Chase, "El Vampiro de Sacramento", que según dijo necesitaba beber sangre para renovar la suya. La californiana Deborah Finch en 1992 que ingirió la sangre de su víctima tras un supuesto pacto suicida. John Crutchley que, entre otros asesinatos sangrientos, mantuvo prisionera a una de sus víctimas en 1985 para poder beber su sangre poco a poco. Marcello de Andrade que mató en 1991 a 14 jóvenes en Río de Janeiro para rejuvenecerse con su sangre. Magdalena Solís, una mujer mexicana que desarrolló una psicosis teológica al creerse una diosa y organizó un culto pseudo religioso y orgiástico con sacrificios humanos que terminaban bebiéndose la sangre de sus víctimas. James Riva, que fascinado por los vampiros desde los 13 años, mató a su abuela en 1980 para beber su sangre como método defensivo, pues creía que era una vampira que se alimentaba de él mientras dormía.
La lista es larga y continua con el famoso Fritz Haarmann "El Vampiro de Hannover" y seguir con Wayne Boden "El Vampiro Violador", Nicolas Claux "El Vampiro de París", etc. Así como otros que han sido apodados vulgarmente por la gente o mayormente por los medios de comunicación como "vampiros" o "dráculas".
Han existido también fraudes vampíricos en los asesinos en serie; el ejemplo más llamativo es el de John George Haigh, apodado como "El Vampiro de Londres", quien utilizó la imagen del vampiro para crear el terror en la mente de las personas y, pese a que no se encontraron evidencias de que bebiera la sangre de sus víctimas ni de que actuara bajo ningún tipo de compulsión por ella, alegó el vampirismo para que le declararan incapacitado mental cuando lo arrestaron en 1949.
Para poner el punto psiquiátrico final a este tema, cabe destacar a un "vampiro" que surgió recientemente influenciado de forma directa por el cine. Se trata de Allan Menzies, un joven escocés de 22 años adicto al cine que se obsesionó con la película "Queen of the Dammed" ("La Reina de los Condenados") de Michael Rymer (2002)basada en la novela homónima de Anne Rice, según declaró posteriormente a su detención tras matar a Thomas McKendrick (un amigo de 21 años que le facilitó la película por primera vez), vio la película más de cien veces durante ese mes y al final hizo un pacto con Akasha, la vampiresa interpretada por la fallecida cantante estadounidense Aaliyah, para que le convirtiera en inmortal si mataba a alguien. Cuando un día su amigo se burló e hizo comentarios sexuales sobre la actriz, Allan se abalanzó sobre él, le asestó 42 puñaladas y le destrozó la cabeza con más de 10 martillazos; finalmente se bebió su sangre y comió parte de su cerebro. Durante el juicio no se mostró arrepentido en ningún momento e insistía en haberse convertido en un vampiro inmortal; el juez dictó la sentencia en 2003 condenándolo a cumplir al menos 18 años en prisión sin posibilidad de salir en libertad condicional, opinando que era "un demonio, violento y altamente peligroso, no apto para estar en libertad". Este individuo apareció muerto en su celda dandose la noticia el 15 de Noviembre de 2004. Se cree que se quitó la vida.
Es de destacar que la psiquiatría se ha interesado por estos casos de conducta anormal donde hay una necesidad compulsiva de sentir o ingerir la sangre, existiendo o no el autoengaño creencial de ser un vampiro. Muchos han sido diagnosticados como psicóticos o esquizofrénicos, aunque otros han definido su enfermedad como lo que podría encuadrarse en el llamado "vampirismo clínico" y que se ha intentado renombrar como Síndrome de Renfield, en referencia al personaje enfermo mental y siervo de Drácula que aparece en la obra de Stoker, un comedor compulsivo de moscas y arañas cuyo fin era el de absorberles su fuerza vital.
Pese a que este síndrome no está establecido ni aceptado completamente por el mundo médico, el psicólogo Richard Noll, en su libro "Bizarre Diseases of the Mind" (1990), dice que suele producirse con mayor frecuencia en los varones, e intenta establecer una serie de fases en su desarrollo:
Infancia: el primer estadio suele producirse durante la infancia, cuando el niño se ve involucrado en un incidente sangriento en el que descubre la excitación de la sangre.
Autovampirismo: donde descubre el placer que le provoca la visión o el sabor de su propia sangre.
Zoofagia: donde pasan a probar la sangre de animales, siendo especialmente atraídos por los denominados animales de compañía.
Vampirismo clínico: es el estado más avanzado del síndrome, en el que pasa a ingerir voluntariamente la sangre de otros seres humanos mordiendo a las víctimas por placer, lo que les proporciona una enorme satisfacción hasta llegar al éxtasis, ya que el sabor de la sangre actúa para ellos como si fuera una droga.
El vampiro en la ciencia
La ciencia llama "vampiro" (nombre que le dio el naturalista Buffon en 1761) al murciélago hematófago conocido como Desmodus rotundus que vive en zonas oscuras, es de hábitos nocturnos y se alimenta de sangre. Son murciélagos de un tamaño entre los 6 y los 9 centímetros y un peso de 25-40 gramos, de pelaje denso color café grisáceo, con cara aplanada y orejas pequeñas y puntiagudas, hocico corto y labio inferior en forma de V, con incisivos superiores anchos y filosos e inferiores pequeños, siendo los caninos largos, de punta aguda y borde posterior afilado.
Su técnica de alimentación es la siguiente: gracias a sus agudizados sentidos localiza a sus víctimas (habitualmente ganado bovino, equino o porcino) y se acerca a ellas volando, arrastrándose por el suelo o saltando, mordiéndoles en los hombros, espalda, región perianal, en las patas, pezuñas, así como en la base de los cuernos o en las orejas. Suelen atacar cuando el animal duerme, produciendo poco dolor y, gracias al anticoagulante de su saliva, hace fluir la sangre a través del canal de su labio inferior.
La sangre consumida por el vampiro rara vez daña al animal afectado, pues suelen tomar unos 25 mL en media hora, aunque suelen acudir cada noche a alimentarse de la misma víctima, pues si pasan 48 horas sin comer mueren de inanición; curiosamente es un animal que comparte habitualmente el alimento con otros compañeros incapaces de conseguir alimento, mediante la regurgitación de sangre.
Uno de los primeros en relatar su experiencia con un vampiro de este tipo fue Gonzalo Fernández de Oviedo en su Sumario de la Natural Historia de las Indias (1526), ya que fue mordido por ellos y tuvo que usar el método de los indígenas para curar sus heridas.
En el siglo XVI la ola de superstición desatada hizo que surgieran obras como Los vampiros a la luz de la medicina (1749) de Próspero Lambertini (que llegaría al papado con el nombre de Benedicto XIV y desde donde siguió luchando contra las falsas creencias) o el Informe médico sobre los vampiros (1755) de Gerard van Swieten, médico y archidiácono de María Teresa de Austria, donde tras criticar el vampirismo y considerar poco frecuente aunque dentro de la normalidad los casos de incorruptibilidad de los muertos, desacreditaba a médicos y comisarios pues en muchas ocasiones y siguiendo sus indicaciones se realizaban sacrilegios, poniendo en entredicho el buen nombre del finado, violando tumbas y ultrajando cadáveres. Pese a todo, obras que nacieron a su sombra y en contra del vampirismo como la Dissertatione sopra i vampiri (1774) del arzobispo de Florencia Guiseppe Davanzati, sólo consiguieron incrementar aún más la creencia en ellos.
El doctor en medicina al servicio de la emperatriz María Teresa I, Gerard Van Swieten (1668-1738), aseguró en unas de sus investigaciones que los vampiros eran reales. Esto lo aseguró en la Convención de Belgrado. Investigó dando a conocer varios casos de cuerpos incorruptos y muertes alrededor del pueblo en donde estaban las tumbas, en Austria. Tuvo que dejar los casos que fue recopilando sobre vampiros por repugnancia y por haberle superado el tema.
Convendría hacer una recapitulación sobre las posibles explicaciones sobre el fenómeno del vampirismo. La medicina ha intentado esclarecer la imagen del vampiro, no del cinematográfico (que ha sido muy desvirtuada y ha ido sumando nuevas características, a cada cual más sorprendente, según la voluntad de los guionistas o directores); sino del vampiro folclórico que inauguró el tema.
Se debería comenzar por una explicación tan simple y, a la vez, tan compleja y verosímil como fueron las epidemias de peste (enfermedad infecciosa producida por la Yersinia pestis, transmitida por las pulgas de las ratas y otros roedores) que convirtieron en endémico al vampirismo. Curiosamente este fenómeno se refleja en obras cinematográficas como el Nosferatu de Murnau o de Herzog.
Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental, Silesia y Bohemia, para evitar el contagio, las víctimas de la enfermedad eran enterradas rápidamente sin constatar la muerte clínica. Muchos de ellos sufrieron por ello una larga y atroz agonía, infligiéndose heridas en su intento de escapar de su cárcel de madera. No es de extrañar, por tanto, que al abrir los ataúdes se encontraran al cadáver conservado y con manchas de sangre, lo que a falta de una explicación mejor estimularía la imaginación supersticiosa de la gente atribuyéndoles una condición de vampiros, y que los ingleses denominaron de una forma más o menos técnica como "cadáver sanguisugus".
A esta creencia ayudaron indudablemente los conceptos desarrollados por el cristianismo que, basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte, fomentaron la idea de la corrupción del cuerpo y la supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final, teniendo la posibilidad de acceder a este estado todos aquellos que murieran arrepentidos de sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos. Con esta fórmula, todos aquellos que no fueran enterrados en tierra consagrada (especialmente los suicidas y los excomulgados) y los que no hubieran recibido la extremaunción, podrían convertirse en espectros corpóreos o vampiros.
Otro dato importante a remarcar fue la creencia en la afectación de los vecinos y familiares allegados al presunto vampiro. Las víctimas del vampiro presentaban una severa palidez acompañada de intensa fatiga, cansancio y respiración entrecortada. Este fenómeno tiene una sencilla explicación si pensamos en una enfermedad clásica, la anemia, un déficit en la cantidad o calidad de los glóbulos rojos de la sangre encargados de transportar el oxígeno a todo el cuerpo, igual que angie.
Aunque casi siempre se atribuía a la pérdida de sangre, lo cierto es que en esa época era frecuente la desnutrición (incrementada en periodos de epidemias), cuando no por ayunos con motivaciones religiosas que tenían el objetivo de purgar los pecados y verse libre del peligro de la peste. También hay quien ha querido ver en los enfermos de carbunco (enfermedad muy contagiosa de los animales producida por el Bacillus anthracis y que puede transmitirse al hombre, capaz de crear gravísimas epidemias) la sintomatología de la persona atacado por los vampiros. Los afectados presentan fiebre alta, sed intensa, convulsiones, afectación respiratoria y alucinaciones que se atribuyen a la falta de oxígeno, por lo que la sensación de asfixia por parte de la víctima podía ser expresada como el estrangulamiento a manos de un vampiro.
Sin embargo, existe una enfermedad infecciosa que lo explicaría mejor, especialmente cuando el auge del vampirismo coincidió con epidemias de este tipo en las regiones balcánicas durante los siglos XVI y XVII, siendo la más importante la ocurrida en Hungría entre 1721 y 1728. Nos referimos a la rabia, enfermedad producida por un virus RNA de la familia rabdoviridae que se transmite de los animales a los humanos. Muchos de los animales que han sido relacionados con los vampiros son portadores habituales de la enfermedad: perros, lobos y, cómo no, murciélagos. Un dato que hace pensar en ello es que un médico anónimo ya defendió en 1733 que el vampirismo era una enfermedad contagiosa de una naturaleza parecida a la que sobreviene tras la mordedura de un perro rabioso.
El hecho de que la mordedura de un vampiro convirtiera a la víctima en otro vampiro quedaría explicado por el método habitual de transmisión de la enfermedad. Además, el largo periodo de incubación (habitualmente entre 1 y 3 meses), la sensación anormal expresada como parestesias o dolor en la zona de mordedura, y la sintomatología inespecífica inicial (fiebre, pérdida de apetito, fatiga, depresión, temor, ansiedad y sueños angustiosos) ayudarían a creer en una progresiva transformación de una persona al estado vampírico.
La rabia puede manifestarse en un bajo porcentaje de casos como "rabia paralítica", aunque lo más frecuente es la llamada "rabia furiosa", con una sintomatología extrapolable a lo que se dice sobre los vampiros. Aquí se desarrolla un cuadro de encefalitis, con una predilección del virus por afectar al sistema límbico (importante en el control de las emociones y la conducta), siendo frecuente la inquietud y agitación creciente que puede llegar hasta la agresividad, insomnio persistente con alteración del ritmo del sueño y modificaciones de la conducta sexual que suele expresarse como hipersexualidad.
Son frecuentes los espasmos musculares que afectan al área facial, faríngea y laríngea, favoreciendo que el paciente emita sonidos roncos y ahogados, y que se produzca una retracción de los labios de forma que asoman los dientes como si fuera un animal. También presentan una exaltación de los reflejos, originando accesos de furor maníaco frente a pequeños estímulos, como son los leves contactos, las corrientes de aire, la luz, los ruidos, ciertos olores o a excitaciones mínimas como ver su imagen reflejada en un espejo; más característica es la reacción frente al agua provocando la hidrofobia, nombre por el cual se conoce también a esta enfermedad, que origina un fuerte espasmo faríngeo que origina intensos dolores al intentar tragar agua o simplemente con su visión (¿sería extrapolable al agua bendita?); igualmente a veces presentan problemas para tragar su propia saliva, por lo que gotea por su boca formando espumarajos. Las pesadillas y las alucinaciones también suelen estar presentes en este tipo de cuadro florido de la rabia.
Exhumación: Explicación científica de los vampiros
Comúnmente, cuando en una aldea o pueblo corría el rumor de una "epidemia vampírica", consistente en alguna de las enfermedades descritas en esta sección, la gente enterraba a sus muertos en los cementerios, solo para que los cuerpos fuesen exhumados días después, para corroborar que, efectivamente, no se "hubiesen convertido en vampiros" y descansaran en paz.
Uno de los factores que más fortaleció la teoría de que los vampiros existían y dormían en sarcófagos, se debía al fenómeno de putrefacción e incubación de esporas y bacterias en los pulmones de los difuntos. Tras un tiempo de estar sepultados, en los pulmones de algunos cuerpos se desarrollaba una gran cantidad de bacterias y esporas, dadas las condiciones de temperatura, humedad y nutrientes adecuadas dentro del cadáver. Estas bacterias por sus mismos procesos metabólicos, llenaban los pulmones con gases fermentados y putrefactos.
En el momento en que un cuerpo era exhumado, y se intentaba manipularlo o clavar una estaca en su pecho, evidentemente provocaba que el mismo cadáver, por la presión ejercida sobre los pulmones, exhalara con una especie de "suspiro", una nube de estas bacterias y esporas altamente tóxica, lo cual hacía pensar a los exhumadores que el cadáver era efectivamente un vampiro, y que la estaca había dado fin a la existencia del mismo.
Esta labor de exhumación, en la cual participaban sacerdotes, autoridades de las aldeas e incluso los familiares del difunto, era temida ya que mucha gente sufría enfermedades serias por la inhalación del gas fermentado y cargado de bacterias que exhalaba el cadáver al ser manipulado.
¿Dos enfermedades vampíricas?
Además de la rabia, una infección por rabdovirus, también se ha especulado con que la porfiria eritropoyética congénita, también llamada enfermedad de Günther (en honor a su descriptor), podría ser la causa del vampirismo. Esta otra enfermedad, no infecciosa sino hereditaria, clásicamente se ha alzado con el título de "enfermedad de los vampiros" pero, aunque curiosa y merecedora de estudio, no se cree que explique las formas epidémicas del vampirismo. Esto se debe a que es muy poco frecuente, existiendo hoy en día cerca de 250 casos diagnosticados con seguridad de esta extraña variedad de porfiria (aunque es posible que muchos estén en el archiconocido "cajón de sastre" de los médicos).
Las porfirias se producen por errores del metabolismo de las porfirinas, pigmentos precursores de la hemoglobina (ya que forman parte del grupo Hemo de la misma) que se encargan del transporte de oxígeno en la sangre y le da su característico color rojo. Un defecto en el ADN produce una alteración de la actividad enzimática, encargada de producir las porfirinas, incrementando su velocidad de formación y produciendo una acumulación excesiva de las mismas.
El depósito de porfirinas en la piel sería causa de una de las características principales que se atribuyen a los vampiros, ya que provoca una hipersensibilidad a ciertas radiaciones del espectro solar (las de 400 nm de longitud de onda y en menor grado las de 500 a 600 nm), lo que desencadena un proceso de producción de peróxidos que, al liberar oxígeno atómico en los tejidos, provoca la destrucción celular. Esta exquisita fotosensibilidad hace que la exposición a la luz solar origine un fuerte enrojecimiento cutáneo, con formación de ampollas que se infectan fácilmente y forman erosiones y úlceras que al cicatrizar dejan marcas y deformaciones en la zona afectada; la piel se agrieta y con la exposición solar es frecuente que sangre con facilidad.
Por otro lado, la clásica "facies vampírica" se explicaría cuando las lesiones faciales son extensas y por su carácter recidivante se vuelven mutilantes, destruyendo los labios (que dejan la dentadura al descubierto, aparentando ser los dientes de mayor tamaño que el normal), así como los cartílagos de la nariz (mostrando frontalmente los agujeros nasales) o los auriculares (dando ocasionalmente un aspecto puntiagudo a las orejas). Al acumularse las porfirinas, los ojos pueden aparecer de color rojizo así como los dientes (donde aparece la llamada eritrodoncia por el depósito porfirínico en la dentina).
Por otra parte, los defectos en la producción de hemoglobina dan lugar a un cuadro de anemia hemolítica con toda la sintomatología característica de las anemias, siendo llamativa la palidez general tal y como presenta la imagen clásica del vampiro. Un tratamiento habitual son las transfusiones de sangre o del grupo Hemo, que no sólo mejoran la anemia sino que frenan la producción de porfirinas; muchos han alegado que por esa razón los vampiros ansían la sangre, pero aunque antiguamente la terapéutica médica para las anemias incluía beber sangre de otros animales, lo cierto es que los jugos digestivos la destruirían (y mucha sangre tendrían que ingerir para que pudiera absorberse una mínima parte del grupo Hemo)
Para completar el cuadro, el organismo actúa y en un intento de proteger la piel del sol, desarrolla un hirsutismo o desarrollo anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades, afectando a zonas tan poco habituales como las palmas de las manos (una característica que Bram Stoker narra en su novela al describir por primera vez al conde Drácula).
Existe un dato muy curioso y que anima mucho a los amantes de las explicaciones vampíricas. Nos referimos al efecto que tiene el ajo para ahuyentar a los vampiros; el ajo ha sido casi un estandarte, junto al limón, para los defensores de la medicina natural, ya que le atribuyen propiedades antisépticas, antiparasitarias, expectorantes o hipotensivas. En 1978 se expuso a la comunidad científica que algunos extractos del ajo producirían un bloqueo de la coagulación de la sangre al inhibir la agregación plaquetaria; por otra parte, el grupo Hemo que forma parte del citocromo P-450 podría ser destruido por uno de los elementos del ajo, el alquildisulfuro. Quizá por ello, los vampiros porfíricos huirían de él, pues su ingesta u olor podría agravar rápidamente su estado de salud.
Este tipo de porfiria no trastorna, curiosamente, la sensación de bienestar del enfermo, aunque por el tipo de vida al que se encuentra sometido es frecuente que altere las facultades mentales, lo que podría explicar las obsesiones y crueldades que se atribuyen a los vampiros.
Aunque la teoría porfírica del vampirismo no explica bien las epidemias de vampiros, se ha intentado acercar al mito suponiendo que al darse antiguamente entre clases nobles (donde era frecuente el derecho de pernada feudal) sería de suponer una diversificación del material genético del afectado de porfiria entre el pueblo llano, por lo que se podrían producir varios casos en un mismo periodo y con relativa frecuencia, explicando además los casos de vampirización dados en el entorno familiar del supuesto vampiro original. Por otra parte, entre las diversas variedades de la porfiria (especialmente en las variedades aguda intermitente, variegata y coproporfiria) puede desencadenarse una crisis por la ingesta de determinados medicamentos como los anticonceptivos, el diazepam, el fenobarbital o la metoclopramida (entre otros muchos más) o, más especialmente en el tema que nos ocupa, por la toma de alcohol o incluso por el estrés intenso (situación que se crearía con relativa facilidad en el ámbito supersticioso y aterrador de la creencia en los ataques vampíricos).
El vampiro en el arte
El vampiro en la literatura
Philip Burne-Jones, The Vampire, 1897
Durante los siglos XVII y XVIII varias oleadas vampíricas (probablemente incidentes de epidemias e histeria colectiva) barrieron numerosos países de Europa Oriental. Esto produjo un interés generalizado en los vampiros, que llegarían a ser comentados por personajes de la talla de Descartes y Rousseau.
Uno de los autores más importantes que han trabajado el vampirismo fue el monje benedictino francés Dom Augustin Calmet (1672-1757), abad de Senones, destacado exégeta e ideólogo de la Inquisición que escribió, entre otras muchas obras, un libro titulado El Mundo de los Fantasmas. En él se incluye el ensayo que lleva por nombre Negociación y explicación de la materia y características de los Espíritus y los Vampiros, y así de los retornados de la muerte en Hungría, Moravia, etc. Con esta obra, Calmet realizó la primera diferenciación clara entre los vampiros, por una parte, y los demás espíritus y demonios, por otra. El distinguido abad se preguntaba en este estudio si el vampiro está realmente muerto, mediante qué mecanismo es capaz de escapar de la tumba, y qué clase de energía mueve su cuerpo. Llegó a la conclusión de que, a pesar de su naturaleza maligna, los vampiros son seres creados por Dios. E indicó que el mero hecho de ser pagano era causa insuficiente para convertirse en vampiro, pues de lo contrario los romanos y griegos, que adoraban a dioses paganos, se habrían transformado todos en vampiros.
Otro autor famoso que trató el tema del vampirismo fue Montague Summers (El Vampiro en Europa, publicado por primera vez en 1929), quien realiza un recorrido de la presencia vampírica a lo largo de la historia, desde la Antigua Grecia hasta la época moderna, a través de los diversos países de Europa.
El legendario poeta inglés Lord Byron (1788-1824) escribió el poema épico The Giaour (1813). Aquí ya está presente la combinación del horror y de la lujuria que el vampiro siente y el concepto de los no-muertos que pueden pasar su maldición a los vivos. En 1816, Byron pasaba unos días en las orillas del Lago Leman (Suiza) junto a un amigo, el médico John William Polidori. Mientras se hallaban en lugar tan paradisíaco, dieron una fiesta a la que acudió el reconocido poeta Percy Shelley y su última mujer, Mary. Entonces se desató una tormenta alpina, y se vieron obligados a permanecer en el interior de la casa, contando historias de miedo. En un determinado momento, el ambiente se caldeó por el alcohol y varios de los presentes se retaron a escribir la mejor historia de terror y misterio de todos los tiempos. Mary Shelley empezó en ese momento a escribir la famosísima novela Frankenstein, un mito mefistofélico de nuestro tiempo; Byron redactó el citado fragmento, pero no llegó a completar la obra. Su amigo Polidori lo incluiría después en El Vampiro, un Cuento, novela publicada en 1819; irónicamente, la propia vida de Byron se convirtió en el modelo para el «señor Ruthven», el protagonista. Una secuela no autorizada de esta novela es llamada Lord Ruthwen ou les Vampires (1820) del autor francés Cyprien Bérard, la cual fue adaptada por Charles Nodier en el primer melodrama de vampiros teatral. También a principios del siglo XIX se estrenó en Leipzig la ópera Der Vampyr, escrita por Heinrich Marschner. Era el año 1828.
Drácula personifica la fascinación de lo prohibido y es una figura simbólica clásica para la sexualidad reprimida de todas las sociedades que oprimen de un modo u otro esta manifestación de la naturaleza humana; específicamente, la sociedad victoriana que Bram Stoker sufrió, era tan represora de la sexualidad que sólo era una cuestión de tiempo que Drácula renaciese.
La capa de terciopelo o cuero negro en el exterior y seda roja en el interior, quizás el más característico de los leitmotivs vampíricos, fue añadido por Hamilton Deane en 1924 para simbolizar al murciélago. Bela Lugosi, el actor que más brillantemente ha representado el papel del vampiro, exigió y consiguió que se le enterrara envuelto en su capa. Y hablando de actores, Drácula apareció en el teatro por primera vez en 1897, con la obra Drácula, o el No-Muerto escrita por el propio Bram Stoker. La première tuvo lugar en el Royal Lyceum Theatre de Londres. Más popular resultó la versión del ya mencionado Hamilton Deane, estrenada en 1923. El musical Tanz der Vampire se sigue representando en Viena.
Un escritor británico, Brian Lumley, desarrolló otra generosa aportación al género de los vampiros. En su serie del Necroscopio (las Crónicas Necrománticas) narra los enfrentamientos de su protagonista contra diversos seres de procedencia vampírica. Sin embargo Lumley se desmarca completamente de las convenciones del origen de los vampiros, y los presenta como parásitos que se sirven de los humanos (aunque también podrían parasitar animales si así lo desearan) para sobrevivir, mejorando biológicamente a su hospedador y otorgándole poderes sobrehumanos, mientras va sustituyendo la propia personalidad por la del vampiro.
Principales relatos de vampiros El vampiro, Heinrich August Ossenfelder, 1746 (poesía).
El castillo de Otranto, Horace Walpole, 1764.
Leonore, Gottfried Burger, 1773.
Vathek, William Beckford, 1786.
La novia de Corinto, Johann Wolfgang Goethe, 1797.
Christabel, Samuel Taylor Coleridge, 1797.
Thalaba el Destructor, Robert Southey, 1801.
El Vampiro, John William Polidori, 1819.
La Lamía, John Keats, 1819.
Vampirismo, E.T.A. Hoffmann, 1828.
Ligeia, Edgar Allan Poe, 1838.
La muerta enamorada, Théophile Gautier, 1836.
Varney, el Vampiro, Thomas Preskett Prett, 1847.
La Familia del Vourdalak , Alexei Tolstoi, 1847.
La Historiadora, Elizabeth Kostova, 2005.
Le Vampire, Alejandro Dumas, 1851.
Carmilla, Sheridan Le Fanu, 1872.
La Tierra más allá del Bosque, Emily Gerard, 1888.
Olalla, R. L. Stevenson.
Drácula, Bram Stoker, 1897.
El claro del bosque, W. Fernández Flórez.
Soy Leyenda, Richard Matheson, 1954.
El osito de felpa del profesor, Th. Sturgeon.
Salem's lot,Stephen King, 1975
Sueño del Fevre, George R. R. Martin, 1986.
Crónicas Necrománticas, Brian Lumley.
Crónicas Vampíricas Anne Rice
Cirque du Freak una saga de Doce libros de Darren Shan2003
Vlad, Carlos Fuentes, 2004
El Beso de Plata de Annette Curtis Klause
Crepúsculo (novela) Stephenie Meyer 2005
Luna Nueva Stephenie Meyer 2007
Eclipse Stephenie Meyer 2008
Amanecer Stephenie Meyer 2008
Medianoche de Claudia Gray
Sol de medianochede stephenie Meyer 2009
Despertar de L.J.SMITH(The Awakening, The Strugle, The Fury and Dark Reunion)
La saga de Undead de Mary Janice Davidson
Marked, Betrayed, Chosen & Untamed de P. C. Cast y Kristen Cast
Vampire Kisses de Ellen Schreiber
Kissing Coffins de Ellen Schreiber
Vampireville de Ellen Schreiber
Dance with a vampire de Ellen Schreiber
The coffin club de Ellen Schreiber
La saga de los Vampiros Sureños de Charlaine Harris
La saga de Cassandra Palmer de Karen Chance
La saga de Los Hollows de Kim Harrison
Twilight´s saga de Stephanie Meyer
El vampiro en la escultura
Apenas ha sido representada la figura del vampiro en la escultura. Prácticamente las únicas obras sobre tema vampírico son las que representan a seres mitoógicos que, sin ser vampiros, están relacionados con ellos o incluso pueden considerarse origen del mito, como las lamias o ciertas representaciones de Lilith.
El vampiro en la pintura
En pintura destacan obras con El vampiro de Edvard Munch, realizada en el año 1895 o "El Vampiro Glorioso", de Boleslas Biegas, que data de 1916 y pretende ser un alegoría del horror de la Primera Guerra Mundial, aunque también de la mujer fatal, representada por un ser con más semejanza con las lamias que con el vampiro propiamente dicho.
El vampiro en la cultura contemporánea
La figura del vampiro se encuentra a lo largo de los siglos no sólo en Europa, sino también en Asia, América y Oceanía. El miedo es una de las fuerzas más poderosas que mueve a las personas, y la experiencia del temor a lo misterioso y desconocido se encuentra profundamente presente en la cultura de todas las naciones del mundo. En esta experiencia, la figura del vampiro, con sus evocaciones antropofágicas de telúrica espiritualidad pagana, irresistible sexo salvaje, sangre caliente derramada y gélida autoridad, ocupa un lugar central. En palabras de Albert Einstein, "fue la experiencia del misterio combinada con el miedo lo que engendró la religión". Pero también, siguiendo al famoso científico, "la experiencia más hermosa que se tiene a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse, está como muerto y tiene los ojos nublados."
El vampiro en la pantalla
Imagen de la película Nosferatu (1922)
Count Orlock, un conocido ejemplo de vampiro, de la película de 1922 Nosferatu
Ver: Vampiros en el cine
Ver: Vampiros en la televisión
Ya en 1922 el vampiro fue llevado al cine por primera vez, bajo el título Nosferatu, una Sinfonía del Horror, con la genial representación de Max Schreck y dirigida magistralmente por F.W. Murnau. Desde entonces, el vampiro, como siempre inmortal, ha protagonizado incontables producciones cinematográficas y televisivas. Desde las películas Nosferatu y Drácula, se han filmado una infinidad de películas en cine y televisión sobre vampiros.
El vampiro-Drácula por excelencia en el cine de las primeras épocas ha sido el actor Bela Lugosi. Muchos comediantes incorporaron esporádicamente y en tono de humor la temática del vampirismo en sus producciones, tales como Los Tres Chiflados, Bud Abbot y Lou Costello.
Un toque de comedia negra era el poseído por la película El baile de los vampiros, en que cazadores de vampiros intentan destruir a varios de estos seres. Algunos sostienen que el posterior asesinato de la actriz Sharon Tate, figura femenina protagonista de esta película de Roman Polański, a manos del Clan Manson tuvo algo que ver con el irreverente tono del film de Polański sobre este tema oscuro.
La asociación con el vampirismo se dio también con algunos criminales sexuales y asesinos en serie, siendo el más representativo el caso de M, el vampiro de Düsseldorf, que inspirara un memorable film de Fritz Lang.
El cineasta John Carpenter también hizo un aporte a este género con su película Vampiros. Por otra parte, el género de acción también tiene un personaje vampiro, la película Blade con el actor Wesley Snipes está basada en el personaje del comic del mismo título, y trata de un cazador de vampiros contemporáneo.
Una de las más recientes adaptaciones cinematográficas de este género literario en cine es Inframundo (Underworld en inglés), la cual narra una antigua guerra entre vampiros y hombres lobo la misma fue exhibida en el año 2004 y en 2006 salió la secuela titulada Underworld: Evolution.
En televisión, y con intención de entretener a un público preferentemente adolescente, ha destacado recientemente la serie Buffy, la cazavampiros, de la cual se desprendió un personaje secundario (Ángel), en una nueva serie con el mismo nombre que su protagonista.
La serie canadiense El Señor de las tinieblas tuvo como protagonista a un vampiro de 800 años trabajando como detective de homicidios. Trabajaba solo de noche, tenía su refrigerador bien abastecido de sangre de animales, y poseía un coche clásico con un enorme maletero, para ocultarse del sol si el día lo sorprendía.
Una exitosa franquicia de animación japonesa titulada Vampire Hunter Do Hellsing tiene como protagonista a un vampiro. De igual manera la franquicia del mismo país Kamen Rider en 2008 produjo la temporada Kamen Rider Kiva, que cuenta la lucha de un joven mitad vampiro que combate contra un grupo de seres que succionan la energía vital de los humanos.
El cine de animación cubano produjo ¡Vampiros en La Habana!, una comedia sobre las aventuras de un vampiro adolescente cubano. Otra serie animada sobre vampiros ha sido El conde Pátula, un desopilante pato-vampiro que fue pensado para audiencia infantil.
La más importante revisitación del mito del vampiro se produjo a finales del siglo pasado. Una escritora norteamericana llamada Anne Rice publicó las Crónicas Vampíricas, una trilogía compuesta por las novelas Entrevista con el Vampiro, Lestat el Vampiro y la Reina de los Condenados, que después, dado su enorme éxito comercial y cinematográfico, ha continuado con secuelas como Memnoch el Demonio y Armand el Vampiro. Las Crónicas Vampíricas constituyen el último gran éxito de este personaje, que ha demostrado una vez más estar tan de actualidad como siempre.
No obstante, los vampiros de las Crónicas son seres de ficción adaptados al blando gusto de las sociedades contemporáneas, totalmente carentes de la maligna crueldad sin remordimientos de un Vlad Tepes. En las Crónicas, los vampiros se nos muestran como unos entes elitistas, posmodernos y confusos, sólo un poco pervertidos, con sentimientos de culpabilidad y humanizados, aptos para todos los públicos, sumergidos en el pensamiento filosófico de la Nueva Era. No destilan las gotas de maldad en estado puro que, en todas las culturas y civilizaciones, caracterizan al Draculae, el Dragón, el Demonio.
La palabra "vampiro" viene de las lenguas eslavas (del alemán vampir, que se deriva del polaco temprano vaper y éste a su vez del eslavo arcaico oper; con raíces indoeuropeas paralelas en el turco y en el persa). Significa a la vez "ser volador", "beber o chupar" y "lobo", además de hacer referencia a cierto tipo de murciélago. Durante la expansión del Romanticismo en Europa, la principal reacción al periodo previo de Ilustración enciclopédica y racionalista, el vampiro se convirtió en una temática común y pasó de la leyenda oral a los castillos y los salones elegantes.
Otros nombres son vurdalak (ruso moderno), vrolok (eslovaco), strigoï o strigoiul (rumano moderno), bukolako o vukodlak (serbio), upiro (polaco), nosferatu (del griego nosophoro (νοσοφορος), portador de enfermedad) vampyrus (latín) y Kyuuketsuki (吸血鬼) o Kuei-jin en japonés.
La descripción de estas criaturas varía de autor en autor, de mitología en mitología. Las siguientes son el conjunto de características que les han sido atribuidas, pero es importante recalcar, por lo tanto, que hay quienes rescatarán tan solo un par de características esenciales, mientras que otros, se preocuparán de adornar el personaje con un sin fin de supersticiones.
Fueron humanos mortales, pero ahora están en un estado no exactamente vivo pero tampoco muerto, de ahí que se les llame no-muertos.
Se alimentan de la sangre de sus víctimas (antiguamente no se centraba concretamente en la sangre como base de su alimento, sino en el "fluido vital" de los humanos, algo tan etéreo como el alma, pero que nuestra sociedad identifica con la sangre.)
Poseen grandes caninos (colmillos).
No se reflejan en los espejos. Esto no se cumple con el vrykolakas griego, que sí se refleja en ellos.
Son débiles al agua fluyendo como la de ríos.
Se pueden alejar con ajo, pues lo odian por su fuerte olor. En algunas tradiciones, también pueden ser alejados con rosas silvestres.
En cuanto al aspecto:
Según algunas culturas, un muerto desenterrado era considerado vampiro si su cuerpo parecía hinchado y le salía sangre de la boca o la nariz. También si notaban que sus uñas, pelo y dientes eran más largos que cuando había sido enterrado.
En Transilvania (Rumanía) se consideraba que los vampiros eran flacos, pálidos, y poseían unas largas uñas.
En Bulgaria se les puede reconocer por poseer un solo agujero en la nariz.
Según algunas culturas, tienen la posibilidad de transformarse en murciélago, rata, lobo o niebla. Sin embargo, la forma que más referenciada ha quedado en la cultura popular es la del murciélago.
Aunque en general se supone que la luz del sol mata a los vampiros, en algunas culturas los vampiros no solo pueden resistir la luz del sol, sino que en algunos casos se habla de vampiros que habían viajado a otro pueblo y llevaban una vida normal. En la novela de Bram Stoker, Drácula, el vampiro puede caminar bajo la luz del sol, si bien sus poderes se ven seriamente mermados durante el día.
En cuanto a la muerte:
En algunas culturas, al cadáver sospechoso de ser un vampiro se le atravesaba el pecho con un gran clavo o estaca, de forma que quedara clavado al ataúd y por tanto atrapado en el mismo.
Otro sistema para deshacerse de un vampiro consistía en darle la vuelta para que quedara boca abajo. De esta manera, cuando el vampiro intentara salir al exterior, lo que haría sería enterrarse aún más.
Derivada de la costumbre de clavar al vampiro en el ataúd, existía la creencia de que se podía matar al vampiro clavándole una estaca en el corazón.
El sistema más popular según algunos relatos para deshacerse de forma definitiva del vampiro consistía en cortar su cabeza, llenar la boca de ajos, quemarlo y arrojar las cenizas a una corriente de agua.
En algunas zonas de Centroeuropa, existe la creencia de que el vampiro es un ser lujurioso que vuelve al lecho conyugal y deja embarazada a su esposa. De esta relación nacía un niño de características especiales (que varían en cada región), que se conocía como dhampiro.
Proyecta sombra, aunque la mueven a placer y según la acción que realicen. Algunos, sin embargo, no poseen dicha sombra.
Algunos, sin sangre, pueden sufrir de amnesia por un momento.
Tienen una afinidad natural con la magia, en especial con la magia negra y concretamente la necromancia, capaces de dominarla con mucha más facilidad que el hechicero humano más diestro.
Creación de un vampiro
La causas de que un humano se transforme en vampiro son muchas y muy variadas, dependiendo de cada región. Según las tradiciones eslava y china, se temía que un cadáver pudiera transformarse en no-muerto si pasaba por encima de él un animal, especialmente un perro o gato. También corría este riesgo un cuerpo que no hubiera sido debidamente tratado hirviéndolo en agua. En Rusia se decía que los vampiros eran brujas o personas que se habían rebelado contra la Iglesia mientras estaban vivos.
Existen muchas prácticas tradicionales para evitar que un muerto se convirtiera en un vampiro. Enterrar al cuerpo cabeza abajo era una de las más extendidas, como también colocar hoces o guadañas cerca de la tumba, para evitar que los demonios poseyeran el cuerpo o para apaciguar al muerto y que este no se levantara de su ataúd. Es un método que se asemeja al usado en la Antigua Grecia de colocar un óbolo en la boca del muerto para pagar a Caronte. Esta tradición se ha mantenido en el folklore de la Grecia moderna sobre el vrykolakas, según el cual se pone una cruz de cera y una pieza de cerámica con la inscripción "Jesucristo conquista" sobre el pecho del cadáver para evitar que se convierta en vampiro. Otros métodos que se practicaban comúnmente en Europa incluían cortar los tendones de las rodillas, o esparcir semillas o arena en la tierra de una tumba sospechosa de contener a un vampiro; esto era para mantener al vampiro ocupado durante toda la noche contando los granos caídos. Historias chinas similares relatan que si un ser vampírico se encontraba con un saco de arroz, tendría que contar todos los granos uno a uno; es una temática que se puede encontrar en los relatos del subcontinente indio, así como en Sudamerica, sobre brujas y otros tipos de espíritus malignos o traviesos.
Según casi todas las tradiciones, toda aquella persona que fuera mordida por un vampiro se convertiría a su vez en uno. Según historias más actuales, semejante transformación solo se consigue cumpliendo una condición específica, desde dar a beber de su sangre a la víctima, hasta que esta tenga un rasgo físico o psicológico en concreto.
Identificación del vampiro
Existen numerosos y variados rituales que se utilizaban para identificar a un vampiro. Uno de los métodos para localizar la tumba de uno consistía en guiar a un muchacho virgen montado en un caballo también virgen a través de un cementerio; el caballo se negaría a avanzar sobre la tumba en cuestión. Generalmente se requería que el caballo fuera negro, aunque en Albania era necesario que fuera blanco. Que aparecieran agujeros en la tierra sobre la tumba era tomado como un signo de vampirismo.
Se decía que un cadáver que se pensaba que era un vampiro poseía un aspecto más saludable de lo esperado, mostrando piel sonrosada y pocos o ningún signo de descomposición. En algunos casos, cuando se abrían las tumbas sospechosas, se podía encontrar que el cadáver tenía sangre fresca de una víctima manchando su cara. Otra evidencia de la actividad de un vampiro en la localidad incluía la muerte del ganado, de familiares y conocidos. Algunos podían hacer evidente su presencia mediante pequeños actos similares a los de un poltergeist, tales como mover muebles de la casa.
Protección
Hay muchos objetos, sagrados o mundanos, capaces de alejar a los no-muertos y que son comunes en las leyendas sobre vampiros, como el ajo o el agua bendita. Estos objetos varían de región en región; se dice que una rama de rosa silvestre o de espino puede dañar al vampiro; en Europa, esparcir semillas de mostaza en el tejado se decía que los mantiene alejados. Otras formas de protección incluyen objetos sagrados, por ejemplo un crucifijo, un rosario, o agua bendita. Se dice que un vampiro no puede caminar por un terreno consagrado, como iglesias o templos, o cruzar una corriente de agua. Aunque no se considera como un objeto de protección, los espejos han sido utilizados para alejar a los vampiros cuando se situaban en una puerta, mirando hacia afuera (los vampiros no poseen un reflejo y, en algunas culturas, carecen de sombra, tal vez como una manifestación de la carencia de un alma del vampiro). Este atributo, aunque no es universal (el vampiro griego vrykolakas/tympanios poseía tanto sombra como reflejo), fue utilizado por Bram Stoker en Drácula y ha mantenido su popularidad gracias a las diferentes novelas y películas. Algunas tradiciones sostienen que un vampiro no puede entrar en una casa hasta que es invitado por el dueño, pero que una vez es invitado puede entrar y salir a placer. Aunque los vampiros tradicionales se consideraban más activos durante la noche, generalmente no se consideraba que fueran vulnerables a la luz del sol.
Los métodos para la destrucción del vampiro variaban, siendo clavar una estaca el método más citado, particularmente en las culturas eslavas al sur. El fresno era la madera preferida en Rusia y en los estados bálticos, el espino en Serbia, y el roble en la región de Silesia. La estaca solía clavarse en el corazón de los cadáveres sospechosos de ser vampiros, aunque se apuntaba a la boca en Rusia y en el norte de Alemania, y al estómago en el noreste de Serbia. Atravesar la piel del pecho era una manera de "desinflar" al vampiro hinchado; es similar al acto de enterrar objetos afilados, como hoces, junto al cadáver, de forma que penetrara en la piel si el cuerpo se hinchaba lo suficiente mientras el cuerpo se transformaba en un no-muerto. La decapitación era el método preferido en las áreas germanas y eslavas del oeste, enterrando la cabeza junto a los pies, tras las nalgas o alejada del cuerpo. Este acto se veía como un modo de acelerar la marcha del alma, que, en algunas culturas, se creía que permanecía en el cuerpo. La cabeza, el cuerpo o las ropas del vampiro también podían ser clavadas al suelo para evitar que se alzara. los gitanos clavaban agujas de hierro y acero en el corazón del cadáver y colocaban pequeños fragmentos de acero dentro de la boca, sobre los ojos, en las orejas y entre los dedos durante el entierro. También introducían espino en el calcetín del muerto, o le clavaban una estaca de espino en las piernas. Medidas adicionales incluían rociar agua hirviendo sobre la tumba o la completa incineración del cadáver. En los Balcanes, el vampiro también podía morir si se le disparaba o ahogaba, repitiendo el funeral, rociando agua bendita sobre el cadáver, o con un exorcismo. En Rumanía se podía colocar un ajo en el interior de la boca, y en una época tan reciente como el siglo XIX, se tomaba la precaución de disparar una bala a través del ataúd. Para casos recalcitrantes, se desmembraba el cuerpo y se quemaban las partes, mezclándolas con agua y administrándoselas a los familiares a modo de cura. En las regiones sajonas de Alemania, se colocaba un limón en la boca del sospechoso de ser un vampiro.
Historia de los vampiros
Ilustración moderna de un vampiro
Si bien existen sugerentes leyendas en todas las civilizaciones de la Antigüedad, desde Egipto a Sumeria, la primera referencia histórica del vampiro se encuentra en la obra de Lucio Apuleyo, un escritor y filósofo romano, que vivió entre los años 125 y 180. Su novela De Asino Aureo cuenta la historia de dos hermanas malignas, Meroe y Panthia, que bebieron la sangre de un tal Sócrates (ninguna relación con el gran filósofo griego). Las hermanas cerraron las heridas de Sócrates con una esponjilla para que éste no se diera cuenta de la pérdida de sangre, pero cuando al día siguiente se inclinó para beber agua de un río, la esponjilla se cayó al agua, y tras ella la última gota de vida.
El vampiro como muerto viviente bebedor de sangre ya era conocido en las leyendas de algunos países, siendo posible encontrar relatos en Inglaterra y Dinamarca durante el siglo XII que nos hablan de seres parecidos. Con el tiempo, y especialmente gracias a las novedades que aportaba el llamado Siglo de las Luces, donde se vive el triunfo de la razón y el desprestigio de las supersticiones, fueron poco a poco desapareciendo. Pero años más tarde surgió una de las personas que más hizo para avivar estas creencias en el vampirismo, aunque su idea inicial era rebatir su existencia: el padre benedictino Dom Augustin Calmet (1672-1757). Calmet vulgarizó en el siglo XVIII las leyendas y fábulas de Centroeuropa sobre los vampiros, exponiendo en su obra Tratado sobre los vampiros (1746) las historias de estos seres en tierras de Austria, Hungría, Polonia, Serbia, Moravia, Silesia y Prusia, aunque también anotó casos de lugares tan distantes como Perú, Laponia o Inglaterra.
También han existido las leyendas de vampiros en España, como muestran las guaxas en Asturias, las guajonas en Cantabria y las meigas chuchonas en Galicia, todas ellas con un solo colmillo para succionar la sangre de sus víctimas, sobre todo niños.
Los vampiros en la Antigüedad
En Mesopotamia se invocaba a los dioses protectores para que acabaran con los Utuhu y a los Maskin, seres muy similares a los vampiros que eran los culpables de las enfermedades y las pestes, por parte del pueblo. Estos seres junto con las huestes de Alal y Telal, pueden considerarse como antecesores de los vampiros.
En el Antiguo Egipto encontramos deidades vampíricas como Srun, caracterizada por tener aspecto de lobo y largos colmillos. Solían alimentarse de los cuerpos de sus víctimas humanas. Los fenicios tenían la creencia de que la mortandad de niños era debida a los ataques de Lilitu, espectro errante que se alimentaba de la sangre de los infantes. Se hicieron exorcismos para devolver a los chupasangres (también llamados chtonios, "amigos de la sangre") a sus tumbas.
Kali Ma, en la India era una diosa sanguinaria y feroz, con cuatro brazos y una larga cabellera. Se le ofrecían sacrificios humanos en los que la sangre era el elemento principal. Otros seres eran los butchas.
En la antigua China se consideraba que se convertían en vampiros aquellos que habían cometido crímenes en vida. Cuando éstos morían, se les exhumaba y se les cortaban todos sus miembros a trozos.
En América, el pueblo amerindio Mapuche tiene entre sus creencias la existencia de un ser vampírico conocido como el Pihuychen que atacaría principalmente a animales, pero también a humanos. Igualmente creían en la existencia de una criatura vampírica acuática conocida como Trelke-wekufe (El cuero). Posteriormente ambos seres formarían también parte de la tradición chilena. También los Aztecas creían en un ser vampírico conocido como Civatateo que atacaba a los niños que después morían de una extraña enfermedad. También se dice que atacaba en las noches y especialmente en los cruces de caminos. También en la cultura Maya se creía que el guardian de Xibalba era un murcielago con rasgos humanos llamado Camazotz que decía arrancaba las cabezas de los extraños.
Ya en Europa, más concretamente en la antigua Grecia, existía en su mitología la leyenda de Lamia, que era hija del rey oriental Belus y cuyos hijos fueron asesinados por la diosa Hera al conocerse que Lamia tuvo un romance con Zeus. Para vengarse, Lamia comenzó a perseguir a todos los niños que se encontraba para extraerles la sangre para alimentarse. Esta leyenda se convirtió en superstición que se transmitía en las zonas rurales de Grecia y que contaba que Lamia atacaba a todos los viajeros extraviados, seducidos por la belleza de la "chupasangre". Este caso es el más parecido a la concepción histórica de vampiro. También en la mitología griega se encuentra el caso de Empusa, hija de la diosa Hécate, un ser con pies de bronce y monstruoso que podía transformarse en una bella mujer y conquistaba a los hombres para aprovecharse de su sangre. Además en la Hélade existían en sus leyendas las striges, deidades con rostro de mujer y cuerpo de pájaro que absorbían la sangre de los humanos mientras estos dormían. También existía un ser llamado Vrycolaka, que atacaba a su familia después de muerto.
Los romanos tenían a los larvae, no-muertos que no habían pagado sus crímenes en vida, y se vengaban de su estado esquelético y fantasmal absorbiendo la vida de los vivos.
El vampiro en la Edad Media [editar]
En la Edad Media, en los países de religión musulmana se hablaba de unos vampiros llamados gul, en el caso de ser varón, y gola siendo mujer, que se convertían en tales por haber tenido una muerte violenta. Estos seres tienen su aparición en uno de los relatos de Las mil y una noches llamado Honor de un Vampiro.
En la primera expedición de los vikingos hacia Islandia en diferentes grupos, ocurrió que en la primera noche allí, uno de los grupos (que se componían de una treintena cada uno) fue masacrado por una especie de vampiros que les absorbieron la sangre.
La palabra upier (también como en polaco significa vampiro) llegó a utilizarse por primera vez en Rusia en el año 1047 para referirse a un príncipe ruso.
En 1190 Walter Map escribe De Nagis Curialium, en donde escribe hechos ocurridos por ataques vampíricos en Inglaterra. También recoge casos ingleses William de Newburgh en sus Chronicles, en 1196.
Durante la Edad Media, las pulgas, que son también chupadoras de sangre, se consideraban un ser vampírico por su implicación a la hora de extender la Gran Peste Negra de 1348. De aquí surgieron varias referencias literarias sobre "el Señor de las Pulgas" y, por extensión, "el Señor de los Insectos" y "el Señor de las Moscas". Los celtas enterraban a sus muertos boca abajo, para que entraran en el "otro mundo" mirando en la dirección correcta: hacia abajo. En Europa Oriental, era frecuente introducir un diente de ajo en la boca de los muertos antes de inhumarlos.
También en la Edad Media y en Cataluña se encuentra la historia del Conde Arnau de Mataplana. Este conde prometía una medida de trigo a todo aquel que le suministrara una medida de piedra para la construcción de su castillo. Una vez construido el mismo, Arnau no cumplió con lo dicho respecto a sus súbditos. La población en venganza avisó a las brujas del lugar para que realizara hechizos sobre el conde y estos se realizaron. El conde, no enterado de estas conjuras contra él, estaba enamorado de una abadesa del convento de San Juan de las Abadesas, a quien, después de haber sido rechazado, violó y secuestró para llevársela a su nuevo castillo. Era noche de difuntos. Cuando a la mañana siguiente fueron unos hombres a parlamentar con Arnau, se encontraron con la espantosa imagen del conde y la abadesa despedazados por lo que dijeron unos perros vampíricos. Se dijo que hasta el siglo XIX cada noche de difuntos el conde, la abadesa y la jauría de perros salían del más allá para chupar la sangre y despedazar a todo aquel que se encontraran por la noche en aquellos lares catalanes.
En Pratdip, existe la leyenda de que unos perros vampíricos atacaban a los habitantes de esta población, además de historias de conjuros y hechizo.
Otro vampiro en Cataluña, también en el Ampurdán, es el caso de Ugarés. Fue un hombre que vivió en un megalito y que fue poseído por espíritus malignos por extraños personajes venidos desde el Mar Caspio. Se dice que murió en el siglo X en una batalla, en la que sufrió un ataque de posesión que descargó contra sus enemigos. Luego en el siglo XV se construyó un castillo donde había sido enterrado, justo en el megalito en donde vivió. Durante las obras y luego ya construido hubo toda clase de desgracias, como enfermedades plagas y muertes extrañas. El que rigió el castillo también ha pasado a la historia con el nombre de Ugarés y se dedicó a realizar todo tipo de tropelías como asesinar niños y luego beberse la sangre de estos y comerse sus cuerpos (decían que le había poseído el espíritu del antiguo Ugarés). Todos los habitantes de la villa decían que nunca envejecía y que adivinaba el futuro. En 1427 hubo un terremoto en la zona y todos creyeron que Ugarés había muerto, pero en 1483 aparecieron de nuevo las epidemias y las desapariciones de personas y durante siglos la leyenda de los Ugarés pervivió.
En el siglo XV existió una familia vampírica que vivía en East Lothiam, Escocia. Primero fueron una pareja que ingerían la sangre y comían a los viajeros que se hospedaban en su casa. Luego sus hijos heredaron estas actuaciones de vampiros.
Michel Beheim, un juglar germánico, compuso en 1463 una canción con el título Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei donde relataba la historia de un noble rumano llamado Vlad Draculea. Beheim era súbdito del rey húngaro Matías Corvino, en cuya corte se refugió Draculea cuando tuvo que huir de Valaquia. Valaquia, fundada en 1290 por Rodolfo el Negro es una comarca de Transilvania (Rumania). Transilvania significa "las tierras más allá de los bosques". El otro nombre de esta región, Siebenbürgen, se deriva del alemán y significa "los siete castillos", lo que da a entender bien su importancia estratégica y la complejidad del sistema defensivo que allí existía en aquellos tiempos. De hecho, los intrincados valles y montañas de la remota Transilvania constituyen la puerta meridional de Europa; todo invasor que, procedente de Asia, desee conquistar por el sur las fértiles llanuras del continente europeo tiene que pasar obligatoriamente por Valaquia y Transilvania. Y por esa razón, la guerra y la crueldad han sido allí moneda común desde hace miles de años.
Vlad Tepes
Dracul (que significa el dragón, aunque la palabra rumana utilizada para referirse al Demonio es idéntica) era el apodo del voivoda (príncipe) valaquio -la idea de que era transilvano es aportación de Bram Stoker- Vlad II Dracul, caballero de la Orden del Dragón, un colectivo secreto fundado por el Sacro Emperador Romano en 1410. Vlad Dracul fue el padre de Vlad III Tepes (el Empalador) que vivió en constante estado de guerra durante 1431 y 1476. Vlad III Tepes fue el modelo que recogería el escritor Bram Stoker para crear su famosísimo personaje, el Conde Drácula. Draculea significa hijo de Dracul, y este apodo pronto derivó a Drácula. Pese a lo que se dice en la novela de Stoker, los rumanos no establecen conexión entre Vlad III Tepes y el vampirismo; de hecho, debido a su capacidad para expulsar a los turcos de Valaquia (mediante métodos extremadamente crueles y brutales, pero quizás apropiados para el lugar y la época) se le considera un héroe nacional en Rumania, el salvador de Europa. Por los mismos métodos, también logró que desapareciera toda delincuencia de su reino -algo muy difícil en tiempos tan convulsos de invasiones y revueltas-. Para más información sobre la figura histórica de Vlad III Tepes se recomienda leer L'Histoire du Prince Dracula, de Matei Cazacu, que incluye los trabajos de M. Beheim.
Creando a su alrededor un aura demoníaca, logró que unos y otros se lo pensaran dos o más veces antes de atacarle. Paralelamente, la leyenda de Draculea, hijo de Dracul, el Dragón, el Diablo, el Vampiro, pudo surgir. Como mínimo desde 1460, sus enemigos en el exterior y en el interior estaban convencidos de que Vlad disponía de poderes necrománticos, pues sólo así podía explicarse su conducta, y pensaban que su reducido ejército diurno quedaba reforzado durante la noche por las cien mil almas de sus víctimas convertidas en raptores de niños y doncellas, chupadores de sangre, fantasmales guerreros de la oscuridad en busca de implacable venganza contra los vivos. El concepto moderno de vampiro había nacido.
Después de Dracul, podemos encontrar a otro personaje que existio en la historia, era hijo bastardo de Enrique VIII y su nombre era Henry Fitzroy, supuestamente murió de unas extrañas fiebres a la edad temprana, aunque no para la época, de 19 años. Algunos cuentan que después de su aparente "muerte", volvio a ser visto por las calles de Londres un siglo después, ya siendo coetáneo de William Shakespeare.
Directamente de la historia y la literatura tenemos también la antigua leyenda de la bella Condesa Elizabeth Bathory (La Condesa Sangrienta), el prototipo de noble hermosa y diabólica que tomó Joseph Thomas Sheridan Le Fanù para crear a su famosa vampiresa Carmilla (Condesa Mircalla Karnstein) en 1872. Cuenta la leyenda que Elizabeth era una belleza de la alta aristocracia húngara, muy afamada en toda Europa por su increíble hermosura, pero ella era vanidosa en exceso y su mayor miedo era perder su juventud y su belleza. Su mano fue concedida a un noble héroe húngaro, pero este murió en la guerra y ella quedó viuda, sola en su castillo se marchitó lentamente asta que un día, mientras una de sus Damas de Honor le peinaba su largo cabello de ébano, tiró demasiado fuerte con el peine, instintivamente la Condesa le dio un fuerte bofetón con su espejo de mano como recompensa, y la dama sangró, manchando la blanca mano de la Condesa con su sangre, al limpiarse la mancha de sangre Elizabeth creyó ver su mano más hermosa que antes, en ese momento mandó que desangraran a su doncella y que llenaran su bañera con la sangre de esta, para ella poder tomar un cleopatrico baño embellecedor. A partir de entonces la Condesa sembró el terror en sus dominios, mandaba secuestrar a jóvenes vírgenes para procurar sus baños de sangre, tanto disfrutaba con esto que incluso se hacía servir esa inocente sangre en copas para beberla, se rodeó de brujas y se instruyó en la magia negra, magia que su noble y antigua familia practicaba antaño, en tiempos remotos. Tantas doncellas llegó a matar que el pueblo acabó por sublevarse y así terminó todo. Elizabeth, Señora de Cathrice fue condenada a cumplir cadena perpetua en sus aposentos, aposentos que serían sellados para siempre y que verían cuatro años más tarde su muerte, su corte de brujas fue condenada a pena de muerte en la hoguera y su historia pasó a engrosar la creciente leyenda de los vampiros. Estos hechos acontecieron entre 1560 y 1614 de nuestra era. Su leyenda no terminó allí, las gentes de sus tierras aseguraban entre susurros que la bella Condesa regresó de su muerte convertida en vampiresa, se transformaba en gato e invocaba gatos negros para lograr sus propósitos siguiendo así con su estela de asesinatos.
Patología psiquiátrica y vampirismo [editar]
Adicionalmente, se debería destacar un origen etiológico del mito que se repite con cierta frecuencia en la galería de monstruos del cine: las enfermedades mentales. Este apartado se refiere específicamente a la patología psiquiátrica.
La historia ha dejado una serie de personajes a los que se le ha atribuido una atracción patológica por la sangre humana. Desde el caballero Gilles de Rais (1400-1440), antiguo compañero de armas de Juana de Arco, que buscando en la sangre el secreto de la piedra filosofal torturó y dio muerte a unos 300 niños, hasta la ya conocida condesa Erzsébet Báthory, que supuestamente bebía sangre de doncellas para mantenerse joven.
El primer vampiro moderno fue el húngaro Bela Kisz que inició sus actividades en 1912 a raíz de la infidelidad de su joven esposa. Cuando se fue a la guerra dos años después y no volvió, se le supuso muerto, y al entrar en sus propiedades las autoridades descubrieron dos barriles metálicos con los cuerpos de su mujer y su vecina. Posteriormente, encontraron otros diecisiete barriles más con otras tantas mujeres en su interior que habían sido estranguladas; además, presentaban unas heridas en el cuello y no se halló ni una gota de sangre en sus cuerpos. Bela Kisz nunca fue encontrado, y se le consideró un desaparecido de la guerra.
La fama de vampiro la tuvo mayormente el alemán Peter Kürten (1883-1931), más conocido como "El Vampiro de Düsseldorf", que inició sus actividades de muy joven, torturando y matando a animales. A los cinco años intentó ahogar a un compañero mientras jugaban en una embarcación y a los nueve años preparó un accidente en el que murieron dos muchachos. Pese a sus maneras apacibles y su aspecto imperturbable y pese a ser considerado por sus vecinos como una persona seria, honesta y amable, fue condenado por diversos delitos como robo, asalto o deserción de sus obligaciones militares. Su primer homicidio, una niña de ocho años, tuvo lugar en 1913, y al final de su vida fue acusado de nueve asesinatos y siete intentos de asesinato. Murió sin arrepentirse de sus actos y sin sufrir remordimientos por ellos. Su pasión por la sangre le hizo decir antes de ser guillotinado: "Después de que me decapiten, podré oír por un momento el sonido de mi propia sangre al correr por mi cuello. Ese será el placer para terminar con todos los placeres". Esta historia fue llevada al cine como M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang (1931), donde Peter Lorre hacía una magnífica interpretación del asesino.
Otros asesinos han sido definidos como vampiros por su atracción por la sangre. Se puede citar a Martin Dumollard, quien mató a varias mujeres en Francia en 1861 y bebió su sangre. También en Francia en 1878 Joseph Vacher bebió la sangre de una docena de sus víctimas. En Italia, Vincenzo Verzenia asesinó a dos mujeres para beber su sangre y Eusebius Pleydagnelle mató a seis mujeres por el mismo motivo. En Polonia, Stanislav Modziellewski y Juan Koltrun, el llamado "Vampiro de Podlaski", obtuvieron fama porque bebieron la sangre de sus víctimas, al igual que el argentino Florencio Roque Fernández. En la década de los 70 fueron descubiertos el milanés Rantao Antonio Cirillo y Richard Trenton Chase, "El Vampiro de Sacramento", que según dijo necesitaba beber sangre para renovar la suya. La californiana Deborah Finch en 1992 que ingirió la sangre de su víctima tras un supuesto pacto suicida. John Crutchley que, entre otros asesinatos sangrientos, mantuvo prisionera a una de sus víctimas en 1985 para poder beber su sangre poco a poco. Marcello de Andrade que mató en 1991 a 14 jóvenes en Río de Janeiro para rejuvenecerse con su sangre. Magdalena Solís, una mujer mexicana que desarrolló una psicosis teológica al creerse una diosa y organizó un culto pseudo religioso y orgiástico con sacrificios humanos que terminaban bebiéndose la sangre de sus víctimas. James Riva, que fascinado por los vampiros desde los 13 años, mató a su abuela en 1980 para beber su sangre como método defensivo, pues creía que era una vampira que se alimentaba de él mientras dormía.
La lista es larga y continua con el famoso Fritz Haarmann "El Vampiro de Hannover" y seguir con Wayne Boden "El Vampiro Violador", Nicolas Claux "El Vampiro de París", etc. Así como otros que han sido apodados vulgarmente por la gente o mayormente por los medios de comunicación como "vampiros" o "dráculas".
Han existido también fraudes vampíricos en los asesinos en serie; el ejemplo más llamativo es el de John George Haigh, apodado como "El Vampiro de Londres", quien utilizó la imagen del vampiro para crear el terror en la mente de las personas y, pese a que no se encontraron evidencias de que bebiera la sangre de sus víctimas ni de que actuara bajo ningún tipo de compulsión por ella, alegó el vampirismo para que le declararan incapacitado mental cuando lo arrestaron en 1949.
Para poner el punto psiquiátrico final a este tema, cabe destacar a un "vampiro" que surgió recientemente influenciado de forma directa por el cine. Se trata de Allan Menzies, un joven escocés de 22 años adicto al cine que se obsesionó con la película "Queen of the Dammed" ("La Reina de los Condenados") de Michael Rymer (2002)basada en la novela homónima de Anne Rice, según declaró posteriormente a su detención tras matar a Thomas McKendrick (un amigo de 21 años que le facilitó la película por primera vez), vio la película más de cien veces durante ese mes y al final hizo un pacto con Akasha, la vampiresa interpretada por la fallecida cantante estadounidense Aaliyah, para que le convirtiera en inmortal si mataba a alguien. Cuando un día su amigo se burló e hizo comentarios sexuales sobre la actriz, Allan se abalanzó sobre él, le asestó 42 puñaladas y le destrozó la cabeza con más de 10 martillazos; finalmente se bebió su sangre y comió parte de su cerebro. Durante el juicio no se mostró arrepentido en ningún momento e insistía en haberse convertido en un vampiro inmortal; el juez dictó la sentencia en 2003 condenándolo a cumplir al menos 18 años en prisión sin posibilidad de salir en libertad condicional, opinando que era "un demonio, violento y altamente peligroso, no apto para estar en libertad". Este individuo apareció muerto en su celda dandose la noticia el 15 de Noviembre de 2004. Se cree que se quitó la vida.
Es de destacar que la psiquiatría se ha interesado por estos casos de conducta anormal donde hay una necesidad compulsiva de sentir o ingerir la sangre, existiendo o no el autoengaño creencial de ser un vampiro. Muchos han sido diagnosticados como psicóticos o esquizofrénicos, aunque otros han definido su enfermedad como lo que podría encuadrarse en el llamado "vampirismo clínico" y que se ha intentado renombrar como Síndrome de Renfield, en referencia al personaje enfermo mental y siervo de Drácula que aparece en la obra de Stoker, un comedor compulsivo de moscas y arañas cuyo fin era el de absorberles su fuerza vital.
Pese a que este síndrome no está establecido ni aceptado completamente por el mundo médico, el psicólogo Richard Noll, en su libro "Bizarre Diseases of the Mind" (1990), dice que suele producirse con mayor frecuencia en los varones, e intenta establecer una serie de fases en su desarrollo:
Infancia: el primer estadio suele producirse durante la infancia, cuando el niño se ve involucrado en un incidente sangriento en el que descubre la excitación de la sangre.
Autovampirismo: donde descubre el placer que le provoca la visión o el sabor de su propia sangre.
Zoofagia: donde pasan a probar la sangre de animales, siendo especialmente atraídos por los denominados animales de compañía.
Vampirismo clínico: es el estado más avanzado del síndrome, en el que pasa a ingerir voluntariamente la sangre de otros seres humanos mordiendo a las víctimas por placer, lo que les proporciona una enorme satisfacción hasta llegar al éxtasis, ya que el sabor de la sangre actúa para ellos como si fuera una droga.
El vampiro en la ciencia
La ciencia llama "vampiro" (nombre que le dio el naturalista Buffon en 1761) al murciélago hematófago conocido como Desmodus rotundus que vive en zonas oscuras, es de hábitos nocturnos y se alimenta de sangre. Son murciélagos de un tamaño entre los 6 y los 9 centímetros y un peso de 25-40 gramos, de pelaje denso color café grisáceo, con cara aplanada y orejas pequeñas y puntiagudas, hocico corto y labio inferior en forma de V, con incisivos superiores anchos y filosos e inferiores pequeños, siendo los caninos largos, de punta aguda y borde posterior afilado.
Su técnica de alimentación es la siguiente: gracias a sus agudizados sentidos localiza a sus víctimas (habitualmente ganado bovino, equino o porcino) y se acerca a ellas volando, arrastrándose por el suelo o saltando, mordiéndoles en los hombros, espalda, región perianal, en las patas, pezuñas, así como en la base de los cuernos o en las orejas. Suelen atacar cuando el animal duerme, produciendo poco dolor y, gracias al anticoagulante de su saliva, hace fluir la sangre a través del canal de su labio inferior.
La sangre consumida por el vampiro rara vez daña al animal afectado, pues suelen tomar unos 25 mL en media hora, aunque suelen acudir cada noche a alimentarse de la misma víctima, pues si pasan 48 horas sin comer mueren de inanición; curiosamente es un animal que comparte habitualmente el alimento con otros compañeros incapaces de conseguir alimento, mediante la regurgitación de sangre.
Uno de los primeros en relatar su experiencia con un vampiro de este tipo fue Gonzalo Fernández de Oviedo en su Sumario de la Natural Historia de las Indias (1526), ya que fue mordido por ellos y tuvo que usar el método de los indígenas para curar sus heridas.
En el siglo XVI la ola de superstición desatada hizo que surgieran obras como Los vampiros a la luz de la medicina (1749) de Próspero Lambertini (que llegaría al papado con el nombre de Benedicto XIV y desde donde siguió luchando contra las falsas creencias) o el Informe médico sobre los vampiros (1755) de Gerard van Swieten, médico y archidiácono de María Teresa de Austria, donde tras criticar el vampirismo y considerar poco frecuente aunque dentro de la normalidad los casos de incorruptibilidad de los muertos, desacreditaba a médicos y comisarios pues en muchas ocasiones y siguiendo sus indicaciones se realizaban sacrilegios, poniendo en entredicho el buen nombre del finado, violando tumbas y ultrajando cadáveres. Pese a todo, obras que nacieron a su sombra y en contra del vampirismo como la Dissertatione sopra i vampiri (1774) del arzobispo de Florencia Guiseppe Davanzati, sólo consiguieron incrementar aún más la creencia en ellos.
El doctor en medicina al servicio de la emperatriz María Teresa I, Gerard Van Swieten (1668-1738), aseguró en unas de sus investigaciones que los vampiros eran reales. Esto lo aseguró en la Convención de Belgrado. Investigó dando a conocer varios casos de cuerpos incorruptos y muertes alrededor del pueblo en donde estaban las tumbas, en Austria. Tuvo que dejar los casos que fue recopilando sobre vampiros por repugnancia y por haberle superado el tema.
Convendría hacer una recapitulación sobre las posibles explicaciones sobre el fenómeno del vampirismo. La medicina ha intentado esclarecer la imagen del vampiro, no del cinematográfico (que ha sido muy desvirtuada y ha ido sumando nuevas características, a cada cual más sorprendente, según la voluntad de los guionistas o directores); sino del vampiro folclórico que inauguró el tema.
Se debería comenzar por una explicación tan simple y, a la vez, tan compleja y verosímil como fueron las epidemias de peste (enfermedad infecciosa producida por la Yersinia pestis, transmitida por las pulgas de las ratas y otros roedores) que convirtieron en endémico al vampirismo. Curiosamente este fenómeno se refleja en obras cinematográficas como el Nosferatu de Murnau o de Herzog.
Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental, Silesia y Bohemia, para evitar el contagio, las víctimas de la enfermedad eran enterradas rápidamente sin constatar la muerte clínica. Muchos de ellos sufrieron por ello una larga y atroz agonía, infligiéndose heridas en su intento de escapar de su cárcel de madera. No es de extrañar, por tanto, que al abrir los ataúdes se encontraran al cadáver conservado y con manchas de sangre, lo que a falta de una explicación mejor estimularía la imaginación supersticiosa de la gente atribuyéndoles una condición de vampiros, y que los ingleses denominaron de una forma más o menos técnica como "cadáver sanguisugus".
A esta creencia ayudaron indudablemente los conceptos desarrollados por el cristianismo que, basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte, fomentaron la idea de la corrupción del cuerpo y la supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final, teniendo la posibilidad de acceder a este estado todos aquellos que murieran arrepentidos de sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos. Con esta fórmula, todos aquellos que no fueran enterrados en tierra consagrada (especialmente los suicidas y los excomulgados) y los que no hubieran recibido la extremaunción, podrían convertirse en espectros corpóreos o vampiros.
Otro dato importante a remarcar fue la creencia en la afectación de los vecinos y familiares allegados al presunto vampiro. Las víctimas del vampiro presentaban una severa palidez acompañada de intensa fatiga, cansancio y respiración entrecortada. Este fenómeno tiene una sencilla explicación si pensamos en una enfermedad clásica, la anemia, un déficit en la cantidad o calidad de los glóbulos rojos de la sangre encargados de transportar el oxígeno a todo el cuerpo, igual que angie.
Aunque casi siempre se atribuía a la pérdida de sangre, lo cierto es que en esa época era frecuente la desnutrición (incrementada en periodos de epidemias), cuando no por ayunos con motivaciones religiosas que tenían el objetivo de purgar los pecados y verse libre del peligro de la peste. También hay quien ha querido ver en los enfermos de carbunco (enfermedad muy contagiosa de los animales producida por el Bacillus anthracis y que puede transmitirse al hombre, capaz de crear gravísimas epidemias) la sintomatología de la persona atacado por los vampiros. Los afectados presentan fiebre alta, sed intensa, convulsiones, afectación respiratoria y alucinaciones que se atribuyen a la falta de oxígeno, por lo que la sensación de asfixia por parte de la víctima podía ser expresada como el estrangulamiento a manos de un vampiro.
Sin embargo, existe una enfermedad infecciosa que lo explicaría mejor, especialmente cuando el auge del vampirismo coincidió con epidemias de este tipo en las regiones balcánicas durante los siglos XVI y XVII, siendo la más importante la ocurrida en Hungría entre 1721 y 1728. Nos referimos a la rabia, enfermedad producida por un virus RNA de la familia rabdoviridae que se transmite de los animales a los humanos. Muchos de los animales que han sido relacionados con los vampiros son portadores habituales de la enfermedad: perros, lobos y, cómo no, murciélagos. Un dato que hace pensar en ello es que un médico anónimo ya defendió en 1733 que el vampirismo era una enfermedad contagiosa de una naturaleza parecida a la que sobreviene tras la mordedura de un perro rabioso.
El hecho de que la mordedura de un vampiro convirtiera a la víctima en otro vampiro quedaría explicado por el método habitual de transmisión de la enfermedad. Además, el largo periodo de incubación (habitualmente entre 1 y 3 meses), la sensación anormal expresada como parestesias o dolor en la zona de mordedura, y la sintomatología inespecífica inicial (fiebre, pérdida de apetito, fatiga, depresión, temor, ansiedad y sueños angustiosos) ayudarían a creer en una progresiva transformación de una persona al estado vampírico.
La rabia puede manifestarse en un bajo porcentaje de casos como "rabia paralítica", aunque lo más frecuente es la llamada "rabia furiosa", con una sintomatología extrapolable a lo que se dice sobre los vampiros. Aquí se desarrolla un cuadro de encefalitis, con una predilección del virus por afectar al sistema límbico (importante en el control de las emociones y la conducta), siendo frecuente la inquietud y agitación creciente que puede llegar hasta la agresividad, insomnio persistente con alteración del ritmo del sueño y modificaciones de la conducta sexual que suele expresarse como hipersexualidad.
Son frecuentes los espasmos musculares que afectan al área facial, faríngea y laríngea, favoreciendo que el paciente emita sonidos roncos y ahogados, y que se produzca una retracción de los labios de forma que asoman los dientes como si fuera un animal. También presentan una exaltación de los reflejos, originando accesos de furor maníaco frente a pequeños estímulos, como son los leves contactos, las corrientes de aire, la luz, los ruidos, ciertos olores o a excitaciones mínimas como ver su imagen reflejada en un espejo; más característica es la reacción frente al agua provocando la hidrofobia, nombre por el cual se conoce también a esta enfermedad, que origina un fuerte espasmo faríngeo que origina intensos dolores al intentar tragar agua o simplemente con su visión (¿sería extrapolable al agua bendita?); igualmente a veces presentan problemas para tragar su propia saliva, por lo que gotea por su boca formando espumarajos. Las pesadillas y las alucinaciones también suelen estar presentes en este tipo de cuadro florido de la rabia.
Exhumación: Explicación científica de los vampiros
Comúnmente, cuando en una aldea o pueblo corría el rumor de una "epidemia vampírica", consistente en alguna de las enfermedades descritas en esta sección, la gente enterraba a sus muertos en los cementerios, solo para que los cuerpos fuesen exhumados días después, para corroborar que, efectivamente, no se "hubiesen convertido en vampiros" y descansaran en paz.
Uno de los factores que más fortaleció la teoría de que los vampiros existían y dormían en sarcófagos, se debía al fenómeno de putrefacción e incubación de esporas y bacterias en los pulmones de los difuntos. Tras un tiempo de estar sepultados, en los pulmones de algunos cuerpos se desarrollaba una gran cantidad de bacterias y esporas, dadas las condiciones de temperatura, humedad y nutrientes adecuadas dentro del cadáver. Estas bacterias por sus mismos procesos metabólicos, llenaban los pulmones con gases fermentados y putrefactos.
En el momento en que un cuerpo era exhumado, y se intentaba manipularlo o clavar una estaca en su pecho, evidentemente provocaba que el mismo cadáver, por la presión ejercida sobre los pulmones, exhalara con una especie de "suspiro", una nube de estas bacterias y esporas altamente tóxica, lo cual hacía pensar a los exhumadores que el cadáver era efectivamente un vampiro, y que la estaca había dado fin a la existencia del mismo.
Esta labor de exhumación, en la cual participaban sacerdotes, autoridades de las aldeas e incluso los familiares del difunto, era temida ya que mucha gente sufría enfermedades serias por la inhalación del gas fermentado y cargado de bacterias que exhalaba el cadáver al ser manipulado.
¿Dos enfermedades vampíricas?
Además de la rabia, una infección por rabdovirus, también se ha especulado con que la porfiria eritropoyética congénita, también llamada enfermedad de Günther (en honor a su descriptor), podría ser la causa del vampirismo. Esta otra enfermedad, no infecciosa sino hereditaria, clásicamente se ha alzado con el título de "enfermedad de los vampiros" pero, aunque curiosa y merecedora de estudio, no se cree que explique las formas epidémicas del vampirismo. Esto se debe a que es muy poco frecuente, existiendo hoy en día cerca de 250 casos diagnosticados con seguridad de esta extraña variedad de porfiria (aunque es posible que muchos estén en el archiconocido "cajón de sastre" de los médicos).
Las porfirias se producen por errores del metabolismo de las porfirinas, pigmentos precursores de la hemoglobina (ya que forman parte del grupo Hemo de la misma) que se encargan del transporte de oxígeno en la sangre y le da su característico color rojo. Un defecto en el ADN produce una alteración de la actividad enzimática, encargada de producir las porfirinas, incrementando su velocidad de formación y produciendo una acumulación excesiva de las mismas.
El depósito de porfirinas en la piel sería causa de una de las características principales que se atribuyen a los vampiros, ya que provoca una hipersensibilidad a ciertas radiaciones del espectro solar (las de 400 nm de longitud de onda y en menor grado las de 500 a 600 nm), lo que desencadena un proceso de producción de peróxidos que, al liberar oxígeno atómico en los tejidos, provoca la destrucción celular. Esta exquisita fotosensibilidad hace que la exposición a la luz solar origine un fuerte enrojecimiento cutáneo, con formación de ampollas que se infectan fácilmente y forman erosiones y úlceras que al cicatrizar dejan marcas y deformaciones en la zona afectada; la piel se agrieta y con la exposición solar es frecuente que sangre con facilidad.
Por otro lado, la clásica "facies vampírica" se explicaría cuando las lesiones faciales son extensas y por su carácter recidivante se vuelven mutilantes, destruyendo los labios (que dejan la dentadura al descubierto, aparentando ser los dientes de mayor tamaño que el normal), así como los cartílagos de la nariz (mostrando frontalmente los agujeros nasales) o los auriculares (dando ocasionalmente un aspecto puntiagudo a las orejas). Al acumularse las porfirinas, los ojos pueden aparecer de color rojizo así como los dientes (donde aparece la llamada eritrodoncia por el depósito porfirínico en la dentina).
Por otra parte, los defectos en la producción de hemoglobina dan lugar a un cuadro de anemia hemolítica con toda la sintomatología característica de las anemias, siendo llamativa la palidez general tal y como presenta la imagen clásica del vampiro. Un tratamiento habitual son las transfusiones de sangre o del grupo Hemo, que no sólo mejoran la anemia sino que frenan la producción de porfirinas; muchos han alegado que por esa razón los vampiros ansían la sangre, pero aunque antiguamente la terapéutica médica para las anemias incluía beber sangre de otros animales, lo cierto es que los jugos digestivos la destruirían (y mucha sangre tendrían que ingerir para que pudiera absorberse una mínima parte del grupo Hemo)
Para completar el cuadro, el organismo actúa y en un intento de proteger la piel del sol, desarrolla un hirsutismo o desarrollo anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades, afectando a zonas tan poco habituales como las palmas de las manos (una característica que Bram Stoker narra en su novela al describir por primera vez al conde Drácula).
Existe un dato muy curioso y que anima mucho a los amantes de las explicaciones vampíricas. Nos referimos al efecto que tiene el ajo para ahuyentar a los vampiros; el ajo ha sido casi un estandarte, junto al limón, para los defensores de la medicina natural, ya que le atribuyen propiedades antisépticas, antiparasitarias, expectorantes o hipotensivas. En 1978 se expuso a la comunidad científica que algunos extractos del ajo producirían un bloqueo de la coagulación de la sangre al inhibir la agregación plaquetaria; por otra parte, el grupo Hemo que forma parte del citocromo P-450 podría ser destruido por uno de los elementos del ajo, el alquildisulfuro. Quizá por ello, los vampiros porfíricos huirían de él, pues su ingesta u olor podría agravar rápidamente su estado de salud.
Este tipo de porfiria no trastorna, curiosamente, la sensación de bienestar del enfermo, aunque por el tipo de vida al que se encuentra sometido es frecuente que altere las facultades mentales, lo que podría explicar las obsesiones y crueldades que se atribuyen a los vampiros.
Aunque la teoría porfírica del vampirismo no explica bien las epidemias de vampiros, se ha intentado acercar al mito suponiendo que al darse antiguamente entre clases nobles (donde era frecuente el derecho de pernada feudal) sería de suponer una diversificación del material genético del afectado de porfiria entre el pueblo llano, por lo que se podrían producir varios casos en un mismo periodo y con relativa frecuencia, explicando además los casos de vampirización dados en el entorno familiar del supuesto vampiro original. Por otra parte, entre las diversas variedades de la porfiria (especialmente en las variedades aguda intermitente, variegata y coproporfiria) puede desencadenarse una crisis por la ingesta de determinados medicamentos como los anticonceptivos, el diazepam, el fenobarbital o la metoclopramida (entre otros muchos más) o, más especialmente en el tema que nos ocupa, por la toma de alcohol o incluso por el estrés intenso (situación que se crearía con relativa facilidad en el ámbito supersticioso y aterrador de la creencia en los ataques vampíricos).
El vampiro en el arte
El vampiro en la literatura
Philip Burne-Jones, The Vampire, 1897
Durante los siglos XVII y XVIII varias oleadas vampíricas (probablemente incidentes de epidemias e histeria colectiva) barrieron numerosos países de Europa Oriental. Esto produjo un interés generalizado en los vampiros, que llegarían a ser comentados por personajes de la talla de Descartes y Rousseau.
Uno de los autores más importantes que han trabajado el vampirismo fue el monje benedictino francés Dom Augustin Calmet (1672-1757), abad de Senones, destacado exégeta e ideólogo de la Inquisición que escribió, entre otras muchas obras, un libro titulado El Mundo de los Fantasmas. En él se incluye el ensayo que lleva por nombre Negociación y explicación de la materia y características de los Espíritus y los Vampiros, y así de los retornados de la muerte en Hungría, Moravia, etc. Con esta obra, Calmet realizó la primera diferenciación clara entre los vampiros, por una parte, y los demás espíritus y demonios, por otra. El distinguido abad se preguntaba en este estudio si el vampiro está realmente muerto, mediante qué mecanismo es capaz de escapar de la tumba, y qué clase de energía mueve su cuerpo. Llegó a la conclusión de que, a pesar de su naturaleza maligna, los vampiros son seres creados por Dios. E indicó que el mero hecho de ser pagano era causa insuficiente para convertirse en vampiro, pues de lo contrario los romanos y griegos, que adoraban a dioses paganos, se habrían transformado todos en vampiros.
Otro autor famoso que trató el tema del vampirismo fue Montague Summers (El Vampiro en Europa, publicado por primera vez en 1929), quien realiza un recorrido de la presencia vampírica a lo largo de la historia, desde la Antigua Grecia hasta la época moderna, a través de los diversos países de Europa.
El legendario poeta inglés Lord Byron (1788-1824) escribió el poema épico The Giaour (1813). Aquí ya está presente la combinación del horror y de la lujuria que el vampiro siente y el concepto de los no-muertos que pueden pasar su maldición a los vivos. En 1816, Byron pasaba unos días en las orillas del Lago Leman (Suiza) junto a un amigo, el médico John William Polidori. Mientras se hallaban en lugar tan paradisíaco, dieron una fiesta a la que acudió el reconocido poeta Percy Shelley y su última mujer, Mary. Entonces se desató una tormenta alpina, y se vieron obligados a permanecer en el interior de la casa, contando historias de miedo. En un determinado momento, el ambiente se caldeó por el alcohol y varios de los presentes se retaron a escribir la mejor historia de terror y misterio de todos los tiempos. Mary Shelley empezó en ese momento a escribir la famosísima novela Frankenstein, un mito mefistofélico de nuestro tiempo; Byron redactó el citado fragmento, pero no llegó a completar la obra. Su amigo Polidori lo incluiría después en El Vampiro, un Cuento, novela publicada en 1819; irónicamente, la propia vida de Byron se convirtió en el modelo para el «señor Ruthven», el protagonista. Una secuela no autorizada de esta novela es llamada Lord Ruthwen ou les Vampires (1820) del autor francés Cyprien Bérard, la cual fue adaptada por Charles Nodier en el primer melodrama de vampiros teatral. También a principios del siglo XIX se estrenó en Leipzig la ópera Der Vampyr, escrita por Heinrich Marschner. Era el año 1828.
Drácula personifica la fascinación de lo prohibido y es una figura simbólica clásica para la sexualidad reprimida de todas las sociedades que oprimen de un modo u otro esta manifestación de la naturaleza humana; específicamente, la sociedad victoriana que Bram Stoker sufrió, era tan represora de la sexualidad que sólo era una cuestión de tiempo que Drácula renaciese.
La capa de terciopelo o cuero negro en el exterior y seda roja en el interior, quizás el más característico de los leitmotivs vampíricos, fue añadido por Hamilton Deane en 1924 para simbolizar al murciélago. Bela Lugosi, el actor que más brillantemente ha representado el papel del vampiro, exigió y consiguió que se le enterrara envuelto en su capa. Y hablando de actores, Drácula apareció en el teatro por primera vez en 1897, con la obra Drácula, o el No-Muerto escrita por el propio Bram Stoker. La première tuvo lugar en el Royal Lyceum Theatre de Londres. Más popular resultó la versión del ya mencionado Hamilton Deane, estrenada en 1923. El musical Tanz der Vampire se sigue representando en Viena.
Un escritor británico, Brian Lumley, desarrolló otra generosa aportación al género de los vampiros. En su serie del Necroscopio (las Crónicas Necrománticas) narra los enfrentamientos de su protagonista contra diversos seres de procedencia vampírica. Sin embargo Lumley se desmarca completamente de las convenciones del origen de los vampiros, y los presenta como parásitos que se sirven de los humanos (aunque también podrían parasitar animales si así lo desearan) para sobrevivir, mejorando biológicamente a su hospedador y otorgándole poderes sobrehumanos, mientras va sustituyendo la propia personalidad por la del vampiro.
Principales relatos de vampiros El vampiro, Heinrich August Ossenfelder, 1746 (poesía).
El castillo de Otranto, Horace Walpole, 1764.
Leonore, Gottfried Burger, 1773.
Vathek, William Beckford, 1786.
La novia de Corinto, Johann Wolfgang Goethe, 1797.
Christabel, Samuel Taylor Coleridge, 1797.
Thalaba el Destructor, Robert Southey, 1801.
El Vampiro, John William Polidori, 1819.
La Lamía, John Keats, 1819.
Vampirismo, E.T.A. Hoffmann, 1828.
Ligeia, Edgar Allan Poe, 1838.
La muerta enamorada, Théophile Gautier, 1836.
Varney, el Vampiro, Thomas Preskett Prett, 1847.
La Familia del Vourdalak , Alexei Tolstoi, 1847.
La Historiadora, Elizabeth Kostova, 2005.
Le Vampire, Alejandro Dumas, 1851.
Carmilla, Sheridan Le Fanu, 1872.
La Tierra más allá del Bosque, Emily Gerard, 1888.
Olalla, R. L. Stevenson.
Drácula, Bram Stoker, 1897.
El claro del bosque, W. Fernández Flórez.
Soy Leyenda, Richard Matheson, 1954.
El osito de felpa del profesor, Th. Sturgeon.
Salem's lot,Stephen King, 1975
Sueño del Fevre, George R. R. Martin, 1986.
Crónicas Necrománticas, Brian Lumley.
Crónicas Vampíricas Anne Rice
Cirque du Freak una saga de Doce libros de Darren Shan2003
Vlad, Carlos Fuentes, 2004
El Beso de Plata de Annette Curtis Klause
Crepúsculo (novela) Stephenie Meyer 2005
Luna Nueva Stephenie Meyer 2007
Eclipse Stephenie Meyer 2008
Amanecer Stephenie Meyer 2008
Medianoche de Claudia Gray
Sol de medianochede stephenie Meyer 2009
Despertar de L.J.SMITH(The Awakening, The Strugle, The Fury and Dark Reunion)
La saga de Undead de Mary Janice Davidson
Marked, Betrayed, Chosen & Untamed de P. C. Cast y Kristen Cast
Vampire Kisses de Ellen Schreiber
Kissing Coffins de Ellen Schreiber
Vampireville de Ellen Schreiber
Dance with a vampire de Ellen Schreiber
The coffin club de Ellen Schreiber
La saga de los Vampiros Sureños de Charlaine Harris
La saga de Cassandra Palmer de Karen Chance
La saga de Los Hollows de Kim Harrison
Twilight´s saga de Stephanie Meyer
El vampiro en la escultura
Apenas ha sido representada la figura del vampiro en la escultura. Prácticamente las únicas obras sobre tema vampírico son las que representan a seres mitoógicos que, sin ser vampiros, están relacionados con ellos o incluso pueden considerarse origen del mito, como las lamias o ciertas representaciones de Lilith.
El vampiro en la pintura
En pintura destacan obras con El vampiro de Edvard Munch, realizada en el año 1895 o "El Vampiro Glorioso", de Boleslas Biegas, que data de 1916 y pretende ser un alegoría del horror de la Primera Guerra Mundial, aunque también de la mujer fatal, representada por un ser con más semejanza con las lamias que con el vampiro propiamente dicho.
El vampiro en la cultura contemporánea
La figura del vampiro se encuentra a lo largo de los siglos no sólo en Europa, sino también en Asia, América y Oceanía. El miedo es una de las fuerzas más poderosas que mueve a las personas, y la experiencia del temor a lo misterioso y desconocido se encuentra profundamente presente en la cultura de todas las naciones del mundo. En esta experiencia, la figura del vampiro, con sus evocaciones antropofágicas de telúrica espiritualidad pagana, irresistible sexo salvaje, sangre caliente derramada y gélida autoridad, ocupa un lugar central. En palabras de Albert Einstein, "fue la experiencia del misterio combinada con el miedo lo que engendró la religión". Pero también, siguiendo al famoso científico, "la experiencia más hermosa que se tiene a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse, está como muerto y tiene los ojos nublados."
El vampiro en la pantalla
Imagen de la película Nosferatu (1922)
Count Orlock, un conocido ejemplo de vampiro, de la película de 1922 Nosferatu
Ver: Vampiros en el cine
Ver: Vampiros en la televisión
Ya en 1922 el vampiro fue llevado al cine por primera vez, bajo el título Nosferatu, una Sinfonía del Horror, con la genial representación de Max Schreck y dirigida magistralmente por F.W. Murnau. Desde entonces, el vampiro, como siempre inmortal, ha protagonizado incontables producciones cinematográficas y televisivas. Desde las películas Nosferatu y Drácula, se han filmado una infinidad de películas en cine y televisión sobre vampiros.
El vampiro-Drácula por excelencia en el cine de las primeras épocas ha sido el actor Bela Lugosi. Muchos comediantes incorporaron esporádicamente y en tono de humor la temática del vampirismo en sus producciones, tales como Los Tres Chiflados, Bud Abbot y Lou Costello.
Un toque de comedia negra era el poseído por la película El baile de los vampiros, en que cazadores de vampiros intentan destruir a varios de estos seres. Algunos sostienen que el posterior asesinato de la actriz Sharon Tate, figura femenina protagonista de esta película de Roman Polański, a manos del Clan Manson tuvo algo que ver con el irreverente tono del film de Polański sobre este tema oscuro.
La asociación con el vampirismo se dio también con algunos criminales sexuales y asesinos en serie, siendo el más representativo el caso de M, el vampiro de Düsseldorf, que inspirara un memorable film de Fritz Lang.
El cineasta John Carpenter también hizo un aporte a este género con su película Vampiros. Por otra parte, el género de acción también tiene un personaje vampiro, la película Blade con el actor Wesley Snipes está basada en el personaje del comic del mismo título, y trata de un cazador de vampiros contemporáneo.
Una de las más recientes adaptaciones cinematográficas de este género literario en cine es Inframundo (Underworld en inglés), la cual narra una antigua guerra entre vampiros y hombres lobo la misma fue exhibida en el año 2004 y en 2006 salió la secuela titulada Underworld: Evolution.
En televisión, y con intención de entretener a un público preferentemente adolescente, ha destacado recientemente la serie Buffy, la cazavampiros, de la cual se desprendió un personaje secundario (Ángel), en una nueva serie con el mismo nombre que su protagonista.
La serie canadiense El Señor de las tinieblas tuvo como protagonista a un vampiro de 800 años trabajando como detective de homicidios. Trabajaba solo de noche, tenía su refrigerador bien abastecido de sangre de animales, y poseía un coche clásico con un enorme maletero, para ocultarse del sol si el día lo sorprendía.
Una exitosa franquicia de animación japonesa titulada Vampire Hunter Do Hellsing tiene como protagonista a un vampiro. De igual manera la franquicia del mismo país Kamen Rider en 2008 produjo la temporada Kamen Rider Kiva, que cuenta la lucha de un joven mitad vampiro que combate contra un grupo de seres que succionan la energía vital de los humanos.
El cine de animación cubano produjo ¡Vampiros en La Habana!, una comedia sobre las aventuras de un vampiro adolescente cubano. Otra serie animada sobre vampiros ha sido El conde Pátula, un desopilante pato-vampiro que fue pensado para audiencia infantil.
La más importante revisitación del mito del vampiro se produjo a finales del siglo pasado. Una escritora norteamericana llamada Anne Rice publicó las Crónicas Vampíricas, una trilogía compuesta por las novelas Entrevista con el Vampiro, Lestat el Vampiro y la Reina de los Condenados, que después, dado su enorme éxito comercial y cinematográfico, ha continuado con secuelas como Memnoch el Demonio y Armand el Vampiro. Las Crónicas Vampíricas constituyen el último gran éxito de este personaje, que ha demostrado una vez más estar tan de actualidad como siempre.
No obstante, los vampiros de las Crónicas son seres de ficción adaptados al blando gusto de las sociedades contemporáneas, totalmente carentes de la maligna crueldad sin remordimientos de un Vlad Tepes. En las Crónicas, los vampiros se nos muestran como unos entes elitistas, posmodernos y confusos, sólo un poco pervertidos, con sentimientos de culpabilidad y humanizados, aptos para todos los públicos, sumergidos en el pensamiento filosófico de la Nueva Era. No destilan las gotas de maldad en estado puro que, en todas las culturas y civilizaciones, caracterizan al Draculae, el Dragón, el Demonio.
3 comentarios:
Me encantan los vampiros, precisamente por esa mitología que señalas tan diversa e interresante, son una de las figuras del terror y las oscuridad que más juego dan tanto en el cine como en la literatura.
Una entrada muy, muy completa, casi un estudio diría yo. Te añado a favoritos para no perder el camino.
Un saludo,
Pedro.
muchisimas gracias pedro, encantada de conocerte.
Antes que nada quiero decir que sólo leí hasta "Creacion del Vampiro". Es muy interesante el artículo y, si te interesa, me gustaría contribuir con algunas características que se encuentran en esta página "http://dreamers.com/elrincondelvampiro/". Allí encontrarás los clanes y mucha más información de cada uno. También está el hecho de la repulción al ajo, que es un defecto que no todos tienen. Para mayor información recomiendo que se descarguen de internet el libro "Vampiro: La mascarada" (Vampire: The masquerade), y todos las demás épocas, por ejemplo La Edad Oscura, siempre hablando de Vampiro claro está. Espero haber sido de ayuda. En caso de que modificasen el artículo me interesaría leerlo para ver como queda. Si quieren pueden agregarme al corre electrónico, el mio es ftyncho@hotmail.com. Los espero si tienen alguna consulta. Gracias por el lugar para opinar y espero haber ayudado y contrubuido, y en un futuro, si lo necesitan, también hacerlo.
Un saludo de mi parte y un abrazo.
Hasta siempre.
Martín
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