miércoles, 18 de marzo de 2009

Mitología: Furias







También conocidas como Erinias o Euménides, las Furias nacieron de la Noche, (aunque también se cuenta que surgieron cuando Cronos cortó los testículos a su padre Urano y la sangre del dios cayó sobre la Gea, la madre tierra), y vigilaban la puerta hacia el mundo inferior, castigando a aquellos cuyos crímenes no habían sido expiados en el mundo de los mortales. Trataban así de restablecer el orden perdido. En ocasiones también subían a la superficie y allí perseguían a aquellos que pretendían salir impunes de algún delito.
Las Furias, que en sus orígenes contaban con un número incierto, terminaron siendo tan sólo tres. Sus nombres eran Tisifone, Alecto y Megera y tenían cabeza de perro, alas de vampiro y, en vez de cabellos, serpientes. Para cumplir su misión llevaban consigo látigos de cuero y temibles anillos de bronce.
Tisifone era la encargada de castigar a los osaban traspasar los límites de la buena conducta y era conocida como la Furia Vengadora. Megera se encargaba de hacer nacer el odio, la discordia, entre los mortales. Alecto los perseguía sin descanso hasta conseguir que murieran de locura o que fueran incapaces de volver a cometer un crimen semejante.
Cuentan que cuando Orestes acudió desesperado ante
Apolo para conocer el nombre del asesino de su padre, el rey Agamenon, el oráculo le reveló que había sido su propia madre, Climenestra, esposa del rey, la autora de tal delito. Orestes, fuera de si, puso fin a la vida de su madre. Entonces entró la Furia Alecto en escena, atormentado al desgraciado príncipe Orestes por el crimen que había cometido.


Orestes acudió de nuevo a la ayuda de los dioses, siendo esta vez Atenea la elegida, para rogar el fin de su condena. Atenea, la diosa guerrera, consiguió convencer a Alecto de que el hijo de Agamenón ya había pagado con suficiente dolor sus actos y fue perdonado. Ahora bien, Orestes había de traer desde la ciudad de Taúride una estatua que hubiera sido consagrada a Artemisa, hermana de Apolo y diosa de la caza.
Desde este momento, las Furias pasan a llamarse Euménides y a ser consideradas como benevolentes, aunque, eso si, siguieron persiguiendo a los criminales.





Estas deidades horripilantes y temibles eran las hijas de Aqueronte y de la Noche. Se las confunden con las Erinias y las Euménides, de quienes es imposible separarlas. Son tres, Alecto (incesante en la ira), Tisífone (la vengadora del asesinato) y Megara (la de los celos).
Su
misión era cumplir, contra los hombres, las sentencias vengadoras de los dioses. Ellas vivían en el averno, ascendiendo a la tierra sólo para castigar a los malvados. Como diosas, fueron justas, pero crueles a la vez. Implacables en su misión de castigar todas las ofensas contra la sociedad humana, tal como el perjurio, las violaciones de los ritos de hospitalidad y sobre todo, los asesinatos de sangre familiar.
Las furias, en secreto, eran capaces de ternura, de protección y de
amor, pero como justicieras permanecerían inclementes y crueles.
Al final las Furias, como mujeres al fin, fueron transformadas en Euménide, diosas protectoras de los suplicantes.




domingo, 15 de marzo de 2009

La Glaistig






Aunque algunos suponen la existencia de hembras con pies de cabra, poco se habla de las faunas y mucho menos de la existencia de sátiras, sólo hay una en los cuentos británicos, La Glaistig, deidad de las aguas, que oculta sus piernas de cabra bajo largos vestidos y es una especie de vampiro, ya que se alimenta de la sangre de los hombres que seduce con sus bailes cerca de los ríos (casi como las ninfas y elfos), sin embargo suele ser amable con los niños y ancianos, y a veces cuida el ganado de los granjeros.